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La Biblia del Diablo vuelve a Praga
Un gadget medieval

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Encuentran nuevos documentos sobre Robin Hood
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Un malentendido en plena Cruzada
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Esperpento durante el Sitio de Acre
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Descifran un misterioso código vikingo

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El Coliseo, un patio de vecinos en la Edad Media

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Armas medievales en la Primera Guerra Mundial

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Los 9 milagros más singulares de la Edad Media

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Las letrinas en la Edad Media

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Los monstruos más populares en la Edad Media

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El Kraken: la realidad de un mito medieval

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Empieza el Campeonato Mundial de Combate Medieval
Ya sé que el título el post suena un poco raro pero es rigurosamente cierto. El próximo jueves 1 de mayo empezará el Campeonato Mundial de Combate Medieval, que durará hasta el lunes 4 y tendrá lugar aquí, en España, en un escenario tan apropiado como el Castillo de Belmonte (Cuenca).
No se rompan la cabeza -eso déjenlo para los participantes- intentando imaginar en qué consiste porque lo han visto en mil películas, libros y cómics. La clásica parafernalia guerrera de los torneos que se celebraban en el Medievo ha sido recuperada para el público actual, siempre ávido de nuevas sensaciones. Ya saben, armaduras, cotas de malla, yelmos, espadas, blasones, alabardas, mazas de estrella…
Por supuesto, todo debidamente dulcificado, con los contendientes protegidos, armas sin filo y hasta jueces árbitro, para evitar accidentes y/o mutilaciones. Por lo demás, los golpes son reales; no se trata de un simulacro más o menos coreografiado ni de un espectáculo de recreación sino de luchas de verdad, en las que los paladines se atizan realmente -de forma individual o en grupo, cinco contra cinco- con el objetivo de derribar al contrario, aunque también hay un sistema de puntuación reglamentaria que premia tanto la fuerza como la técnica.
De hecho, los participantes se agrupan por equipos nacionales y se hospedan en un Campamento Medieval que, a manera de villa olímpica, se alza al pie del castillo y que reune a representantes de quince países y cuatro continentes; España incluida, claro, ya que es la anfitriona por primera vez. Y ojo, que la parte histórica es tan exigente como la deportiva. Los integrantes de esas selecciones vestirán y vivirán esos días como si aún estuvieran en la Baja Edad Media, entre los siglos XIV y XV; un comité de expertos se encarga de supervisar que armas, trajes y enseres varios se adecúa a la época.
Hay varias modalidades de combate. Las principales son uno contra uno y cinco contra cinco, en cada una luchando con espada larga, espada y escudo y armas de asta, con las finales el domingo a las 20:00. Pero antes, jueves y viernes, habrá una eliminatoria de dieciséis contra dieciséis. Y al finalizar cada jornada, que se extenderá de 10:00 a 20:30, llegará el momento de una gran batalla de grupo denominada Capturar al Rey, en la que participará un centenar de guerreros simultáneamente.
El público también ha sido tenido en cuenta, contando con diversas actividades temáticas que incluyen talleres de restauración, artesanía, recitales de música, exhibiciones de cetrería, zonas gastronómicas, etc. Asimismo, el Castillo de Belmonte será un atractivo añadido: primero, porque allí se rodaron escenas de El Cid; y segundo, porque ahora está de moda debido a la serie de TV Isabel (históricamente fue el feudo de Juan Pacheco, marqués de Villena).
Este deporte de nuevo cuño (¿nuevo o viejo, en realidad?) lleva celebrándose en Europa desde hace tiempo. Al parecer se inició en los países del Este pero España no tuvo representantes hasta 2012, en que dos miembros se presentaron formando parte del equipo inglés. El actual capitán nacional, Cristian Bernal, fue uno de ellos.
Desde entonces ha crecido la afición y el segundo fin de semana de cada mes los practicantes se reúnen en Belmonte para practicar y elegir a los que serán seleccionados para el Mundial. Antes, es necesario “federarse”, puesto que hay incluso una Liga de Combate Medieval. Ellos son quienes organizan y ayudan a conseguir un equipo que cumpla lo exigido por las normas.
Las entradas de un día cuestan 13 euros (6,50 en tarifa reducida para niños de cinco a quince años), pero hay abonos de dos y cuatro días por 21 y 36 euros (9 y 16 en reducida). Esto, si se compran on line; si se hace en taquilla son un euro menos en cada modalidad.
La imagen del cuerpo humano en la Edad Media
Ya a mediados de la Edad Media, pero sobre todo a partir del período finimedieval, el interés por la anatomía y el funcionamiento del cuerpo humano volvió a los estamentos interesados por la ciencia. Los manuscritos se llenaron de imágenes, dibujos e ilustraciones referidos a los asuntos del cuerpo humano. Muchas de ellas tienen un tono bastante naïf, bisoño e incluso ingenuo. Todas son ejemplos de cómo la mente del hombre medieval había recreado su visión de algo tan simple como la imagen del propio cuerpo humano.
El hombre herido
A finales de de la decimoquinta centuria, cuando en algunos lugares ya estaba floreciendo el Renacimiento en otros la Edad Media no quería marcharse. La imagen del hombre herido es un icono de este período. En ella se pueden ver las diferentes maneras en las que un hombre puede ser herido en una batalla o como consecuencia de un accidente.
Las partes del cuerpo
En un manuscrito procedente de tierras germanas de finales del siglo XV vemos representadas todas las partes del cuerpo humano, desde la cabeza a los pies. Elaborado en escritura gótica cursiva y redactado en latín apreciamos en una imagen cómo su autor ha ido describiendo todas las partes de la anatomía humana, comenzando con el cerebro, lóbulo temporal y frente.
Diez tratados de Otalmología de Hunayn ibn Ishaw
En el siglo IX nos encontramos con el médico árabe Hunayn ibn Ishaq, más conocido en la historiografía médica europea como Johannitius. Es el autor de uno de los primeros tratados árabes de Oftalmología, Diez tratados de Oftalmología, y fue el traductor de obras de Galeno e Hipócrates, difundiendo así la transmisión del saber de Grecia entre el Islam.
El Fasciculus Medicinae de Johannes de Ketham
Johannes de Ketham fue un médico alemán que vivió en Italia a finales del siglo XV. La obra por la que ha pasado a la posteridad es el Fasciculus Medicinae, publicado por primera vez en Venecia en 1491. Causó furor en su momento porque fue el primer libro impreso que contenía ilustraciones de anatomía humana. El texto incluye una colección de pequeños tratados médicos, muchos de los cuales son de época medieval.
La anatomía del cuerpo humano de Mansur ibn Ilyas
Mansur ibn Ilyas fue un médico persa de finales del siglo XIV. Autor del Tashrīḥ-i badan-i insān, también conocido como La anatomía del cuerpo humano o la Anatomía de Mansur, es un libro en el que describe los cinco sistemas del cuerpo: huesos, nervios, músculos, venas y arterias, cada uno ilustrado con una descriptiva imagen a página completa.
La Cirugía de Theodoric Borgognoni
En el siglo XIII la figura del médico Theodoric Borgognoni resalta sobre el resto de sus colegas. Fue el autor de una obra magistral, Cirugía, cuatro volúmenes que sirvieron para difundir el conocimiento en Europa de la medicina y la cirugía. A él se le debe también la introducción de avances médicos como el uso de los antisépticos básicos en cirugía y el uso de la anestesia.
Anatomía de Johann Dryander
Se sale del arco cronológico medieval pero Anatomía de Johann Dryander es una obra cimera dentro de la historia de la Medicina. Publicada en 1537, se trata de un tratado que escribió para sus alumnos en la Universidad de Marburg en el que explica la anatomía de la cabeza humana. En una edición posterior incluyó además ilustraciones de la anatomía del tórax y del corazón.
Vía: Medievalists.net
La aventura de los almerienses que crearon un estado independiente en Francia

Corría el año 889 y Al-Andalus se extendía por buena parte de la Península Ibérica. Allí convivían musulmanes, judíos y conversos en una mezcla que dio lugar a los hitos culturales de todos conocidos. Los cristianos que habían quedado bajo el gobierno musulmán tenían dos opciones, o convertirse o buscarse la vida. O ambas si la cosa se ponía fea.
Esto es posible que les ocurriese a un grupo de ellos de la localidad de Pechina en lo que hoy es Almería. Según diversas fuentes como Ibn Hawqal y Liutprando de Cremona en ese año 889 veinte de ellos se embarcaron con rumbo norte hacía el golfo de Saint-Tropez.
Una vez en tierra construyeron una pequeña fortificación y la protegieron plantando en torno a ella arbustos espinosos. Consiguieron penetrar ligeramente hacía el interior y hacerse con el control de Fraxinet (en árabe Farakhshanit), la actual La Garde-Freinet.
Esta zona en torno a Fraxinet aparece, curiosamente, en algunos mapas árabes contemporáneos representada como una isla. Y en cierto modo lo era cultural y políticamente. El territorio bajo control musulmán incluía también la moderna Saint-Tropez y la actual Ramatuelle y su península.
Según Ibn Hawqal se dedicaron al cultivo y a la pesca, introduciendo innovaciones hasta el momento desconocidas por aquellos lares. Otras fuentes afirman con rotundidad que su principal actividad era la piratería y el saqueo. Prueba de esto último podrían ser los numerosos pecios de barcos hundidos hallados en su costa.

El historiador cordobés Ibn Hayan menciona que cuando Abderramán III estableció tratados de paz con algunos líderes francos en el año 939, una copia de estos fue enviada a Nasr ibn Ahmad, al que describe como el comandante de Farakhshanit. Lo cual indicaría una subordinación del enclave al califato Omeya.
Liutprando de Cremona dice que no eran más que bandidos que se dedicaban a rapiñar las áreas cercanas, llegando incluso al Piamonte en sus correrías.
En el año 931 el rey Hugo, que en aquel momento controlaba buena parte de Italia, ataca Fraxinet apoyado por navíos bizantinos. El empleo por éstos del famoso fuego griego consiguió superar a las naves musulmanas, al tiempo que las tropas de Hugo tomaban la ciudad. Sin embargo, todavía no sería este el fin de la aventura de los almerienses. Convencieron a Hugo de que tenerlos como aliados era mucho más ventajoso para sus propios fines políticos. Y así se les permitió continuar con su pequeño microestado.

Pero en el año 972 cometieron un error. Capturaron al abad de Cluny mientras cruzaba los Alpes. Una vez liberado el abad buscó su venganza y organizó una coalición de nobles encabezada por el Conde de Provenza y Arduin Glaber, el marqués de Turín, que puso sitio a Fraxinet al año siguiente. Los musulmanes fueron vencidos, hechos esclavos y expulsados definitivamente de Francia. En aquel momento los veinte individuos originales se habían convertido ya en más de 200.
Durante los años que permanecieron en Fraxinet llegaron a conquistar Toulon, Niza y Grenoble. Años más tarde, en 1047, otro grupo de andalusíes intentaría algo parecido atacando las Islas Lérins, cercanas a Cannes, aunque sin tanta suerte.
La imagen del maestro Yoda aparece en un manuscrito del siglo XIV

No se trata de un fake, ni es el Día de los Inocentes o April’s Fool: una imagen de Yoda aparece en un manuscrito medieval del siglo XIV. Al menos es la conclusión que uno saca cuando compara el personaje iluminado que se encuentra en un manuscrito de las Decretales de Gregorio IX con glosas de Bernardo de Palma, también conocido entre los investigadores como Decretales Smithfield. Se encuentra en la British Library y fue elaborado en el sur de Francia probablemente entre 1300 y 1340 e incluye cartas papales, doctrina y decretos eclesiales.
El conservador de la biblioteca londinense, Julian Harrison, encontró por casualidad en este códice una figura que ilustraba la historia bíblica de Sansón. Nadie sabe quién este personaje de tez verdosa, una gran saya y grandes orejas. Comparado con una imagen del maestro jedi que fue mentor del joven Luke Skywalker en La Guerra de las Galaxias uno no puede expresar más que un ¡oh! Porque son idénticos.
El historiador de la Universidad de Liverpool, Damien Kempf, ha sido quien nos lo ha mostrado en su bitácora Medieval Manuscripts Blog. Él lo ha asimilado a otros monstruos medievales de los que habla en su libro Medieval Monsters, firmado junto a Maria L. Gilbert.
Cuando me encontré con este monstruo yo no podía creérmelo. Es un manuscrito que fue elaborado hace 700 años.
La descripción de este Yoda medieval, cuyo iluminador tenía una vívida imaginación, nos la da Julian Harrison:
La imagen de Yoda se encuentra en un manuscrito del siglo XIV conocido como Decretales Smithfield. Me gustaría decir que realmente era Yoda, o fue dibujado por un viajero en el tiempo.
La British Library comenzó a subir a Internet imágenes como la de este Yoda en 2010, así que su conocimiento por parte de George Lucas se antoja imposible a la hora de crear el personaje que aparece en El Imperio Contraataca, el Episodio V de la saga de Star Wars.
Faltaría por aclarar a quién realmente representa este figura iluminada que, en posición central en la página pautada a dos columnas, con una parte central también a dos columnas remarcada por una cartela, tiene un tamaño considerable pues ocupa un espacio vertical equivalente a un párrafo de 10 líneas.
O bien, cabría la posibilidad de que fuera una invención del artista encargado de plasmar en este manuscrito un programa decorativo que sorprendiera a los futuros lectores. Damos fe que lo logró.
Vía: Mashable
Quince superhéroes de otras épocas

¿Creían que la idea de superhéroe es exclusivamente actual? A lo largo de la Historia siempre se han imaginado individuos dotados de unas capacidades superiores y anómalas, gracias a las cuales ayudaban a la Humanidad. No vestían mallas ajustadas de colores, de acuerdo, pero es que Stan Lee y Joe Shuster no nacieron hasta el siglo XX. A continuación, y siempre con una sonrisa en la cara, una relación de quince superhéroes de otras épocas, según los conceptos que se manejaban en ellas.

1. Gilgamesh
El primigenio y modelo de todos los grandes héroes literarios y mitológicos fue ideado en Súmer, quién sabe si con alguna leve base real. Como hijo de Ninsun, diosa de Lagash, tenía poderes extraordinarios que empleó en sus aventuras en busca de la inmortalidad que, al igual que Batman con Robin, llevó a cabo con su compañero Enkidu. Todo se narra en el poema que lleva su nombre, donde aparece, por cierto, la primera referencia a un diluvio universal.

2. Krishna
Valdría también Rama. En realidad, en la compleja religión hindú, ambos son avatares o encarnaciones del dios Visnú para realizar ciertas misiones en el mundo humano. Los textos épicos Ramayana y Mahabharata cuentan sus aventuras en una y otra forma respectivamente, enfrentándose a súper villanos como el demonio Ravana con la ayuda del rey mono Jánuman. Y, encima, Rama/Krishna tiene la piel azul, como Rondador Nocturno.

3. Hércules
Si alguien en la antigüedad clásica podía parecerse a Supermán era Hércules, sin duda; hasta tenía una capa en forma de piel de león. Fue otro descendiente de divinidades (Zeus, quien lo engendró con la reina Alcmena) que recibió su portentosa fuerza nada más nacer (estrangulo a dos serpientes en la misma cuna), llevó a cabo prodigiosas misiones (los famosos doce trabajos encargados por el rey Euristeo) y terminó convertido en semidiós, accediendo al Olimpo.

4. Sansón
Otro forzudo bajo protección divina capaz de acabar con ejércitos enteros él solo; claro que la ayuda de Yahvé siempre resultaba decisiva, y si no que le pregunten a Josué cuando derribó las murallas de Jericó a simple golpe de trompeta. Además Sansón era sensible a su kriptonita particular, la melena y tenía poderosos archienemigos, los filisteos.

5. El Golem
La tentación aquí es demasiado grande como para dejarla pasar. Si alguien puede hacer el papel de la Cosa, aunque sólo sea por la apariencia pétrea, es el Golem. Era un homúnculo de barro al que la mitología judía otorgaba un papel protector en casos críticos. Uno de ellos tuvo lugar cuando los progromos del siglo XVI ocurridos en Praga llevaron al rabino Löw a crearlo, convirtiéndose en un eficaz guardaespaldas de la comunidad hebrea pese a ser mudo y algo limitado de entendimiento (interpretaba las órdenes al pie de la letra). Una vez pasado el peligro se le retiró la vida pero su cuerpo se guarda en el ático de una sinagoga, por si acaso.

6. San Jorge
¿Cuál sería la pesadilla de un dragón? La respuesta es este caballero de brillante armadura cuyo origen se funde con un soldado romano cristiano que fue martirizado en el siglo III pero que hizo fortuna en el Medievo. No mató al dragón con superpoderes pero sí resucitó cuando Diocleciano ordenó ejecutarlo desmembrándolo. Desde entonces también se aparece milagrosamente para ayudar a los ejércitos cristianos. O sea, como el apóstol Santiago, al cambio.

7. El Caballero Verde
Este personaje llamado originalmente Bercilak de Hautsdesert forma parte de los mitos artúricos. Fue Sir Gawian quien tuvo la oportunidad de poner a prueba su curioso superpoder, decapitándolo y viendo cómo el caballero recolocaba la cabeza en el cuello antes de exigirle reciprocidad en el plazo de un año. Al final le perdonó porque Gawain era muy puro y casto, como sabemos. Por cierto, lo de verde alude al color de su piel; gajes de andar jugando con la hechicera Morgana.

8. Sigfrido
Uno de los protagonistas del Cantar de los nibelungos es Sigfrido, cuyo funeral musicalizó Wagner de forma magistral. Este héroe procede de la saga nórdica Sigurd y obtiene sus poderes al bañarse en la sangre de un dragón al que acaba de matar, recordando un poco a Aquiles. Sigfrido se vuelve así invulnerable y encima consigue una capa que le otorga la invisibilidad. Nada de esto le libra de morir alanceado a traición.

9. Rostam
Los persas también tuvieron su superhéroe. Era tan grande que al nacer necesitaba alimentarse de diez nodrizas, consiguiendo gran fuerza y una larga vida. Destructor de demonios y bestias monstruosas, protegió Persia durante cinco siglos hasta que su pérfido hermanastro Shaghad le arrojó a un pozo con estacas envenenadas. Rostam tuvo tiempo de vengarse antes de morir, disparándole una flecha con tanta potencia que atravesó el tronco de un árbol antes de clavarse en Shaghad.

10. San Patricio
No siempre se impone la fuerza bruta, como bien demuestra el profesor Xavier. También lo hizo San Patricio, un misionero que llegó a Irlanda en el siglo V y expulsó a las serpientes del país con simples exhortaciones. La metáfora del paganismo es obvia. Dicen las malas lenguas que luego se dedicó a buscar tréboles y a fabricar cerveza.

11. Roldán
O Roland, en francés; el de la célebre chanson. Ésta cuenta que era un gran guerrero del siglo XI, vasallo de Carlomagno, capaz de contener a cien mil sarracenos, dando tiempo a su rey para ponerse a salvo… a costa de su propia vida. Tenía ayuda, eso sí: su espada Durendal, encantada e irrompible que únicamente él podía esgrimir. Recuerda un poco al martillo de Thor ¿no?

12. El Cid
La versión española -o castellana- de Roldán es Rodrigo Díaz de Vivar, un personaje histórico cuyas hazañas le hicieron ganarse el sobrenombre de Cid Campeador y que han sido narradas en el bello cantar homónimo (y en una memorable película protagonizada por Charlton Heston). El Cid no contaba con una espada mágica pero, al parecer, no la necesitaba; se puede comprobar no sólo en en el episodio más famoso, el de la batalla contra los musulmanes que gana después de muerto con la simple presencia de su cadáver, sino también en el de la humillación de sus yernos, cuando agarra por la melena al león que los hizo huir y lo devuelve a su jaula.

13. Guillermo Tell
La precisión y la puntería con la ballesta de este personaje suizo -que existió de verdad- se convirtieron en toda una leyenda allá por el siglo XV. En una historia que tiene bastantes paralelismos con la de Robin Hood, la clave fantástica no está tanto en que Tell logre atravesar una manzana puesta sobre la cabeza de su hijo por orden del malvado Albrecht Gessler, sino en la fuerza portentosa que usó para hacer virar el barco en que era trasladado en medio de una tormenta y luego recorrer el país para vengarse. A cambio, impulsó el nacimiento de la confederación suiza.

14. San Francisco de Asís
Otro santo para la lista. Por intermediación del poder de dios, San Francisco no sólo podía reproducir en su cuerpo los mismos estigmas que Cristo cuando fue crucificado sino que, además, levitaba a una altura de tres a cuatro codos. Nada comparado con su capacidad para hablar con los animales, un superpoder que le vino muy bien para convencer a un lobo de que dejase de aterrorizar a una aldea.

15. El Baron de Munchausen
El personaje literario no se parece nada, por suerte, al verdadero (Karl Friedrich Hieronymus), mucho más soso. El barón de la novela es el superhéroe completo porque hace de todo: tiene superfuerza, superoído, supervista, supervelocidad… aunque sea a través de los distintos amigos que hace por el camino. Subirse sobre una bala de cañón cuando éste dispara es de nota pero con lo de llegar a la Luna en globo, respirar sin problemas y regresar a la Tierra descendiendo por una cuerda alcanza la excelencia.
Vía: Medievalists
Tractatus de Herbis, una guía del siglo XV sobre plantas medicinales

A pesar de la mala prensa que tiene la Edad Media, denostada por muchos por su situación entre dos períodos históricos tan brillantes como la Antigüedad y el Renacimiento, la medicina no fue una disciplina científica menor.
La práctica de la medicina por los en algunas fuentes llamados físicos se desarrolló a partir de la herencia griega, latina, bizantina, árabe y oriental. El Tractatus de Herbis, elaborado hacía 1440, es un manuscrito cuya misión era quizás la de ayudar a los boticarios y físicos a identificar las plantas que se debían utilizar en la práctica médica diaria.
El Tractatus de Herbis se custodia en la Biblioteca Británica de Londres con la signatura Sloane 4016, Parece que esta copia proviene de la zona de Lombardía (Italia) y se basó en una obra firmada por un tal Manfredus, que a su vez se trataba de una versión de un códice del siglo XIII, conocido como Egerton 747.
Este manuscrito es un libro que apenas si tiene texto salvo las leyendas de cada una de las lujosas miniaturas que acompañan cada una de las páginas. Su tamaño es de 380 x 265 mm. y posee 218 páginas. Por eso se dice que es un libro muy gráfico, cuyo contenido se podría comprender completamente simplemente mirando sus páginas.
En ese período tardomedieval las plantas medicinales se utilizaban para elaborar distintos remedios. Como esas plantas podrían tener diversos nombres según los países o zonas geográficas y podía haber confusión con la nomenclatura se empezaron a producir manuscritos bellamente decorados donde se representaban las plantas en cuestión y su uso indicado.
El Tractatus de Herbis es una obra muy singular. La suntuosidad, el rico colorido y la riqueza gráfica de sus 218 páginas de pergamino revelan curiosas imágenes como la de un demonio expulsado gracias al uso de una hierba llamada hipérico, la de un hombre orinando en un recipiente o un hombre desnudo cuya cabeza es la raíz de una planta denominada mandrágora.
Una lujosa edición facsímil de este códice la realizó la editorial Moleiro. Se trata de una impresión de 987 ejemplares cuasi originales numerados y autentificados notarialmente. Como complemento se acompaña de un estudio monográfico a todo color de 512 páginas a cargo de Alain Touwaide (Institute for the Preservation of Medical Traditions y Smithsonian Institution).
9 curiosos remedios medicinales empleados en la Edad Media

Muchos de los remedios medicinales empleados en la Edad Media habían sido heredados de los físicos y médicos de la Antigüedad. Aunque algunos se perdieron, otros se transmitieron por vía oral y otros fueron recogidos en manuscritos que han llegado a nuestros días. De todos estos, hay varios que nos parece increíble que fueran empleados en el día a día por sanadores, boticarios y médicos en Occidente.
La pócima de San Pablo para los gases intestinales, la memoria o problemas estomacales
Atribuida a San Pablo, esta pócima contenía regaliz, salvia, sauce, rosas, hinojo, canela, jengibre, clavo, sangre de cormorán, mandrágora, sangre de dragón y tres variedades de pimienta. El regaliz es bueno para la bronquitis y la tos; la salvia se pensaba que servía para mejorar la memoria y para mejorar el riego de sangre al cerebro; el sauce contiene acido salicílico, que tiene una acción anti-inflamatoria y ayuda a que la sangre fluya, por ello es un componente de la aspirina. En lo que respecta al hinojo, la canela y el jengibre son carminativos, es decir, que ayudan a disminuir los gases intestinales y podrían paliar los cólicos estomacales.
¿Qué objeto tendría la sangre de cormorán en esta pócima? Aportaría hierro a una persona con anemia; la mandrágora, aunque venenosa, es buen remedio para el insomnio usada en pequeñas dosis. La sangre de dragón, que no sería tal, sino la resina del drago, un árbol típicamente subtropical que encontramos en las islas Canarias, Cabo Verde o Marruecos, tendría su aplicación como antiséptico, antibiótico, antiviral y cicatrizante; además algunas comunidades la utilizan para tratar la disentería.
El remedio para la ciática
Este remedio lo encontramos en algunas recetas medievales que más o menos rezan así:
Tómese una cucharada de la hiel de un buey rojo, dos cucharadas de agua de pimienta y cuatro de orina de un enfermo, tanto comino como la mitad de una nuez francesa y tanto sebo como una nuez pequeña, y el comino debe de estar desmenuzado. Todo ello se cuece junto hasta que se haga puré y se aplica sobre la zona afectada tan caliente como pueda soportar el enfermo durante un cuarto de hora o treinta minutos. Después se apelmazan sobre un paño caliente cinco o seis veces y por la noche se deja una hoja caliente doblada varias veces en la zona dolorida y el enfermo se mantendrá en reposo durante dos o tres días. No sentirá dolor y estará bien.
Acaso, el reposo en cama y el calor aplicado en la zona dolorida podrían ser suficientes para una mejora, sin entrar a valorar los beneficios de los ingredientes de este remedio.
La cura de las quemaduras y rozaduras
Tómese un caracol vivo y frótese su baba contra la quemadura y la piel se curará.
Este remedio casero podría ayudar a reducir las ampollas y mitigaría el dolor. Una investigación más o menos reciente demostró que la baba de caracol contiene antioxidantes, es antiséptico, anestésico, anti irritante, anti inflamatorio, y con propiedades antibióticas y antivirales, con las mismas propiedades que el colágeno. Y lo mejor de todo es que desde hace algunos años se comercializa la baba de caracol para lesiones como cortes, quemaduras o rozaduras.
El remedio contra los orzuelos
Según el Bald’s Leechbook, un antiguo manuscrito anglosajón fechado a mediados del siglo X con instrucciones sobre remedios medicinales que se custodia en la Biblioteca Británica, para curar los orzuelos se debería seguir este procedimiento:
Tomar la misma cantidad de cebolla/puerro y ajo y machacarlos juntos. Tomar la misma cantidad de vino y hielo de toro y mezclarla con la cebolla y el puerro. Se pone la mezcla en un recipiente de bronce y dejarlo reposar durante nueve noches. Después se colará todo con un trapo y se aplicará por la noche en el ojo con una pluma.
Está probado que la cebolla, el ajo y la hiel de toro tienen propiedades antibióticas que podían servir para curar un orzuelo. El vino contiene ácido acético que en nueve días podría reaccionar con el cobre del recipiente de bronce y formar sales de cobre, que son bactericidas. Y este remedio fue probado con éxito por estudiantes de la Universidad de Nottingham.
Y para la gota
La pócima utilizada se basaba también en otra receta medieval que hoy consideraríamos abominable:
Cójase un búho, desplúmelo, ábralo y límpielo; después, hay que salarlo. Ponerlo en una olla nueva y cúbralo con una piedra. Se mete en un horno y se deja allí hasta que quede calcinado. Machacarlo todo con grasa de jabalí y se aplica en la zona afectada por la gota.
La cura de las migrañas
La fórmula magistral sería así:
Tómese medio plato de cebada, un puñado de betónica, verbena y otras hierbas que son buenas para la cabeza. Y cuando hayan hervido juntas se cogen y se envuelven en un paño y se coloca sobre la cabeza.
La betónica la usaba el boticario de los Tudor como un ingrediente básico en remedios infusionados para toda clase de dolencias y en cataplasmas de uso tópico. La medicina moderna utiliza todavía hoy medicamentos alcaloides presentes en la betónica para tratar migrañas y fuertes dolores de cabeza. Los glucósidos derivados de la verbena se usan también en tratamientos modernos contra migrañas, depresiones y ansiedad.
En caso de padecer una gran infección de garganta
En este caso, como en el del remedio para la gota, un animal debería ser sacrificado, en este caso se debería desollar un gato gordo que había que evisceras y limpiar perfectamente. Habría que tener grasa de erizo y grasa de un oso, resinas, fenugreco, salvia, goma de madreselva y cera virgen. Todo se desmenuzaría y se rellenaría el gato como si fuera un ganso. Asarlo todo y recoger la grasa que deberá ser aplicada en el paciente.
Y para curar la tos
Hay que coger el jugo de marrubio y mezclarlo con diapenidion. Después ingerirlo. El marrubio es una planta de la familia de la menta y es buena para la tos; por su parte el diapenidión es un electuario, es decir, un preparado a base de vegetales y miel o jarabe, que lleva agua de cebada, azúcar y clara de huevo.
Una pócima infalibe para el estómago
Para evitar los gases que causan cólicos hay que utilizar comino y anís a partes iguales, remojarlo en vino y luego añadir más vino hasta cubrir esta mezcla y luego dejarlo reposar durante tres días y noches. Después se saca y se coloca sobre una placa de ceniza durante nueve días. Transcurrido ese tiempo se coge todo y se pone en una olla de barro hasta conseguir un polvo. Se añadirá a un guiso, un potaje o un brebaje y así se acabará con los gases que son la causa de los cólicos. Tanto el comino como el anís son carminativos y han sido probados con éxito en época contemporánea.
Vía: HistoryExtra
El origen medieval del calendario

Un calendario es una tabla que divide el año en meses y días que pueden indicar también las fiestas y los santos celebrados en cada uno de esos días. Pero el origen de los calendarios, tal y como lo conocemos actualmente, hunde sus raíces en la Edad Media. Nos referimos, por supuesto, al calendario físico como objeto.
Los calendarios tenían en aquellos tiempos medievales un carácter litúrgico, es decir, en sus páginas se distribuían los días por meses y días según la calendación romana (kalendas, nonas y idus) los santos y mártires a los que se recordaba en el día de su muerte o martirio.
La palabra calendario en su equivalente latino calendarium también fue utilizada en la Baja Edad Media y durante la Edad Moderna para definir dos de las partes fundamentales de los Libros de Cabildo: los necrologios y obituarios, y los martirologios. Esto se debía a que estos textos estaban organizados a partir de un calendario romano.
La diferencia entre calendario y martirologio la resolvió Jacques Dubois en 1978. En el primero se mencionan en cada día el nombre de un santo, aunque con posterioridad se añadieron los nombres de otros santos y mártires, sin aportar referencias topográficas. Pero en algunos de esos días ni siquiera aparece un santo adscrito. En el segundo, en cada día se apuntan varios santos y mártires con sus respectivos elogios históricos e indicaciones topográficas.
Todos los calendarios medievales tienen la misma estructura; comienzan el 1 de enero (Kalendas Ianuarii) y en la mayoría de ellos cada mes ocupa una página entera o un folios completo del manuscrito en que fueron copiados.
Estos calendarios tenía generalmente unos elementos fijos que con el paso de las centurias podrían cambiar. Una parte técnica que incluiría los meses y sus correspondientes día, elementos de cómputo y referencias astronómicas y astrológicas.
Los días se enunciaban por meses según el sistema romano antiguo: calendas, es decir, el primer día del mes, nonas, que eran el 5 o el 7 si se trata de los meses de 31 días, e idus, el 13 o el 15, también en los meses de 31 días.
Entre los elementos de cómputo estarían las letras dominicales, muy comunes a partir del siglo XI. Estas letras van de la A, que correspondería al primer domingo del año, a la G, que correspondería a los días que siguen a ese domingo. Y también el número áureo, una cifra del 1 al 19 que tendría como referente los días en que se estima la llegada de la luna nueva o novilunio
El año de estos calendarios medievales se dividía en 12 meses, cada uno de los cuales ocupaba al menos un página. El epígrafe que encabezaría esa página sería en el caso, por ejemplo, de junio: Iunius habet dies XX. Luna XXVIIII.
Finalmente, en lo que respecta a los datos astronómicos y astrológicos, es decir, los días de entrada del sol según los signos del zodíaco, eran una información imprescindible para elaborar los horóscopos. Ejemplos de esto sería las leyendas XV Kalendas Februarii (18 de enero) Sol in aquarium (Sol en Acuario) y XV Kalendas Iulii (17 de junio) Sol in cancrum (Sol en Cáncer).
En estos calendarios también podríamos encontrar referencias a los días egipciacos o nefastos y los días de los equinoccios: Equinoctium vernale o en los que empiezan las estaciones: Autumnus hic oritur.
Dependiendo de la época o fecha en la que se escrituró el manuscrito en el que se copió el calendario podremos encontrar ejemplos cuyas iniciales están más decoradas, más allá de los habituales azules y rojos. Incluso en algunos códices, sobre todo, de finales de la Edad Media, vemos ricas miniaturas que enriquecen todavía más las páginas en las que aparecen.