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Cola di Rienzo, el último tribuno de Roma

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Evidentemente, a mediados del siglo XIV apenas quedaba nada de la Roma antigua, más allá de un montón de ruinas intercaladas entre los edificios bajomedievales y algunas ilustres familias patricias de ésas que se perpetúan en el tiempo. Por no quedar, hasta la Santa Sede se había trasladado a Avignon, por entonces no perteneciente a Francia sino a Nápoles, cuando en 1309 Clemente V decidió alejarse del tenso ambiente romano (lo que iba a ser algo temporal duró sesenta y ocho años y siete papados, aparte de los del cisma). Pero hubo quien no se resignó a que Roma fuera sólo el recuerdo de un pasado glorioso y quiso recuperar su esplendor: un hijo de la ciudad llamado Nicola Gabrini, más conocido como Cola di Rienzo.

Nació en la Ciudad Eterna en 1313, de familia pobre; sus padres fueron un tabernero y una lavandera; aunque él aseguraba ser hijo bastardo de Enrique VII, emperador del Sacro Imperio Romano Germánico (el personaje Arrigo que Dante saca en su Divina comedia), el apellido Rienzo derivaba del nombre de su padre humilde, llamado Lorenzo, así que quizá la historia de su ascendencia imperial no fue más que un recurso adoptado más adelante para tener mayor credibilidad.

Pese a todo, Nicola recibió una buena educación y se hizo notario, cargo lo suficientemente importante como para entrar al servicio del papa Clemente VI en Avignon: Roma deseaba que el papado volviera a su lugar tradicional y en 1343 le envió una delegación diplomática para persuadirle, dado que en 1350 tocaba año jubilar. El pontífice quedó tan satisfecho con su trabajo que le incorporó a su corte como notario de la Cámara Apostólica, que era algo así como la Hacienda de la Santa Sede. El puesto exigía residir en Roma y así, en 1344, Nicola regresó a su lugar natal, el mismo al que había fustigado duramente con sus denuncias de corrupción contra los linajes más destacados (Colonna, Orsini…), a los que además consideraba culpables del asesinato de su hermano (falleció en una pelea entre ellos). Consecuentemente, aquel notario advenedizo no estaba bien visto en los círculos aristocráticos.

La muerte del hermano de Rienzo (William Holman Hunt) en Wikimedia
La muerte del hermano de Rienzo (William Holman Hunt) en Wikimedia

Pero a él no le importaba porque jugaba la baza del pueblo. Enamorado de los autores clásicos, a los que había estudiado con entusiasmo, se propuso recuperar el esplendor de los viejos tiempos y se volcó en promocionar numerosas obras públicas. A lo largo de tres años se fue labrando un grupo de seguidores incondicionales hartos de los manejos de Stefano Colonna y el 21 de mayo de 1347 llegó el momento apropiado para dar el golpe de efecto: tras una serie de disturbios, Rienzo, haciendo uso de sus atribuciones, convocó a la gente frente al Capitolio e hizo una aparición estelar, a caballo, ataviado con armadura y secundado por el vicario papal Raimundo de Orvieto. Su elocuente discurso prometiendo cambios, una nueva legislación, reformas en la administración y la proscripción de la aristocracia del gobierno municipal levantó una oleada de entusiasmo tal que aquello constituyó una auténtica toma del poder.

Efectivamente, los patricios optaron prudentemente por dejar la ciudad y en cuestión de días Nicola di Rienzo era nombrado Nicholaus, severus et clemens, libertatis, pacis justiciaeque tribunus, et sacrae Romanae Reipubliae liberator. O sea, tribuno, el cargo que en la época clásica tenía la misión de representar a la plebe ante las magistraturas dominadas por los patricios, como el Senado o los cónsules, y que era elegido precisamente en el llamado concilium plebis (una asamblea popular). Con el nuevo gestor volvió la tranquilidad a Roma: Rienzo cumplió sus promesas, puso fin al desorden callejero y acotó la hasta entonces creciente delincuencia, siendo aplaudido unánimemente su trabajo y recibiendo incluso una carta de elogio de Petrarca.

Pero su plan era más ambicioso y eso provocó un conflicto de intereses. Y es que el nuevo tribuno aspiraba a que Roma recuperase el poder de antaño sobre la península italiana, para lo cual solicitó a todas las ciudades que enviaran un representante a la asamblea con el fin de establecer una especie de república federal donde imperase una relación de fraternidad cristiana. Él sería la cabeza dirigente como dictador (o novus dux, en sus propias palabras) a la antigua usanza y, para ello, organizó una ceremonia algo grotesca, pero cargada de simbolismo, en la que se bañó en la piscina de Letrán (la misma en que lo había hecho Constantino al ser bautizado) y luego subió al Capitolio para ser coronado seis veces. Casi se podría decir que intentaba resucitar el Imperio Romano.

Clemente V e Inocencio VI
Clemente V e Inocencio VI

Demasiado para el Papa, que vio amenazada no sólo su autoridad sino también la soberanía misma de los Estados Pontificios y, al poco, contactaba con los clanes exiliados para facilitar su regreso y conspirar contra el tribuno. Éste, como había demostrado en el ritual mencionado había empezado a caer en la extravagancia, comportándose más como tirano que como dictador al organizar frívolas fiestas y verse obligado a sangrar al pueblo con fuertes tributos para poder poner en práctica sus proyectos. Así que los mismos que le habían encumbrado empezaron a alejarse de él.

El primer paso lo dio Clemente VI en 1347 al excomulgar a Rienzo bajo la acusación de herejía y paganismo pero, paralelamente, las familias patricias organizaron un ejército para intentar deponerle por la fuerza. El choque se produjo en la batalla de Porta San Lorenzo y acabó con victoria del tribuno, que obtuvo la ayuda de Hungría. Fue un doble triunfo porque en la lucha cayó Stefano Colonna en persona, pero las cartas estaban echadas y era cuestión de tiempo que llegara el derrocamiento. Apenas un mes más tarde él mismo abdicó y se retiró de la ciudad, refugiándose en Nápoles primero y en una comunidad de eremitas franciscanos del monte Majella después.

Monumento a Rienzo. Foto: Wikimedia
Monumento a Rienzo. Foto: Wikimedia

En 1350 viajó a Praga para acogerse bajo la protección del Carlos IV, a quien esperaba convencer para que marchara sobre Roma. En lugar de eso, el emperador le encarceló y un año más tarde se lo entregó al Papa en Avignon. Sometido a juicio, le condenaron a pena capital pero la suerte se puso de su lado al producirse la muerte del pontífice en 1352 y ser elegido Inocencio VI, que también deseaba librarse del poder de los clanes romanos. Así que Rienzo fue indultado, nombrado senador y enviado a la ciudad al frente de una pequeña tropa mercenaria, haciendo una entrada triunfal en 1354.

Había conseguido recuperar el poder absoluto pero no duró un año. Su política fue tan torpe, caprichosa e impopular, con un asesinato de estado incluido, que el mismo pueblo que aclamó su llegada meses antes se alzó en armas y asaltó su palacio, linchándole y arrojando sus cenizas al Tíber. A aquel personaje heterodoxo y excéntrico se le reivindicaría siglos después, a mediados del XIX, envuelto en un aura de romanticismo típica de la época, como precursor del Risorgimiento, del enfrentamiento con la autoridad papal y de la unidad italiana; hasta Wagner le dedicó una de sus óperas más celebradas, Rienzi, el último tribuno.

Fuentes: Musto, Ronald G: Apocalypse in Rome / Collins, Amanda: Greater than emperor / Wikipedia


Cola di Rienzo, el último tribuno de Roma se publicó en LBV Magazine

Avempace, el primer filósofo de Al-Ándalus

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«No conocemos nada mejor que nuestra dedicación [a la ciencia], la cual es superior al resto de otras clases de oficios, y que los hombres reconozcan que la ciencia es la más excelsa de las cosas humanas, pues la gente más noble reconoce que la ciencia verdadera es algo superior y digno, sea cual sea su utilidad o provecho o cualquiera de las cosas que encontramos que dijeron anteriormente acerca de la ciencia. Siempre tendremos la esperanza de lograr [con ella] algo grande, aunque no sepamos qué es lo que conseguimos, salvo que no hallamos para su grandeza un lugar [apropiado] en el alma ni podemos expresar lo que es, debido a su grandeza, excelsitud y espléndida belleza. Y esto, hasta el punto de que algunos hombres están convencidos de que viene a ser como una luz que asciende hasta el cielo».

Esta extraordinaria loa al saber científico y filosófico salió de la pluma de Abu Bakr Muhammad ibn Yahya ibn al-Sa’ig ibn Bayyah, más conocido por el nombre de Avempace. Lo de conocido es un decir, claro, porque raro es el que lo ha leído o incluso oido hablar de él a pesar de que fue uno de los más ilustres filósofos de Al-Ándalus, entendiendo por filósofo un sabio completo a la manera de su tiempo que tocó prácticamente todos los temas: medicina, astronomía, física, botánica… Y no sólo ciencia: también la poesía y la música, la lógica y la teología; la política incluso. Un tremendo bagaje cultural que ejerció una poderosa influencia en otras figuras medievales posteriores como los cordobeses Averroes y Maimónides o incluso los escolásticos cristianos.

Averroes (por Andrea Boniauto)
Averroes (por Andrea Boniauto)

Y eso que el contexto histórico que le tocó vivir no fue fácil, en el período almorávide , cuando el territorio musulmán de la Península Ibérica ya estaba fragmentado en taifas. Avempace nació en uno de ellos, Zaragoza, en el año 1080, de familia orfebre. Por entonces, la ciudad era un reino alejado del eje de poder islámico y, por tanto, favorable a un florecimiento de la cultura, permitiendo doctrinas que en otros lugares estaban proscritas por heréticas y albergando cierta convivencia entre mahometanos, cristianos y francos.

Un escenario perfecto para que este personaje desarrollara una fecunda carrera recuperando la memoria de los grandes clásicos, fundamentalmente Aristóteles y Platón pero también otros menos populares como Temistio, Alejandro de Afrodisia o Nicolás de Damasco, al igual que un predecesor andalusí como Avicena, tan polifacético como él y que había traducido antes las obras de esos autores. Como se puede deducir del párrafo inicial, fragmento de su Risalat al-wada (Carta de despedida), Avempace decía que el ideal del Hombre era el saber puro a través de la contemplación, no con fines prácticos sino per se, ya que así se acerca más a Dios. Este tipo de pensamiento recibía el nombre de falasifa y era auténticamente revolucionario porque rompía con la filosofía teológica, más extendida.

Platón y Aristóteles en el centro del fresco "La Escuela de Atenas" (Rafael)
Platón y Aristóteles en el centro del fresco “La Escuela de Atenas” (Rafael)

Recuperaba la visión humana aristotélica pero la ampliaba formulando la idea del Hombre intelectual -místico, supraracional y semidivino-, que estaba por encima del científico y, por supuesto, del común, si bien por la dificultad de alcanzar tal nivel proponía un antecedente de lo que luego fue la ascética; de esa forma se lograría una comunidad superior de personas perfectas que remitía, en parte a la República de Platón pero rebasando el ámbito estrictamente civil y político enunciado por el griego. No es de extrañar que esta particular fusión de platonismo y aristotelismo, expresada en las obras Tadbir al-mutawahid (Régimen del solitario) y Risala ittisal al-aql bi-l-insan (Tratado sobre la unión del intelecto con el Hombre), influyera considerablemente en Santo Tomás de Aquino un siglo después, aunque fuera para rebatirla en parte.

Santo Tomás de Aquino (por Carlo Crivelli)
Santo Tomás de Aquino (por Carlo Crivelli)

En 1115 los almorávides entraron en Zaragoza y el emir Ibn Tiflwit, que se rodeó de poetas y eruditos, le nombró visir. Pero Avempace sólo duró dos años en el cargo porque su fuerte carácter le hizo chocar con su superior; por ello, fue destituido y encarcelado un tiempo. Luego, Alfonso I de Aragón puso sitio a la ciudad y la tomó a finales de 1118, con lo que el filósofo se exilió y fue dando tumbos por diversas localidades del sur y Levante; tanto en Granada como en Sevilla volvió a tener problemas, esta vez con algunos prestigiosos colegas como el médico Avenzcar y el literato Abenjaoán, por lo que puso tierra de por medio y acabó en Fez. Nunca mejor dicho lo de acabar porque allí falleció entre 1138 y 1140, dicen las malas lenguas que envenenado.

Atrás quedaba un extraordinario bagaje cultural plasmado en unas setenta obras -perdidas en su mayor parte-, en las que aportó tesis importantes en múltiples campos. Así, en astronomía replanteó la representación del sistema planetario conocido hasta entonces, en poesía se le tiene por creador del zéjel (un tipo de composición que combina versos coloquiales y música, que luego heredaron los cristianos), en botánica centró su atención en la farmacología y la herboristería (debido a su otra profesión, la medicina), etc.

Por todo ello, a Avempace se le considera el primer filósofo propiamente dicho de Al-Ándalus (Avicena era más famoso como médico), tal como expresaron sus seguidores Ibn Tufayl, el judío Maimónides o el mismo Averroes, que fue quien sistematizó y ordenó sus teorías.

Fuentes:
Cibernous: Avempace, semblanza biográfica (José Biedma López)
Avempace, un sabio musulmán en la Taifa Hudi de Zaragoza (Maribel Ortega Fuentenebro)
Ensayos sobre la filosofía de Al-Ándalus (Andrés Manuel Alonso Alonso).


Avempace, el primer filósofo de Al-Ándalus se publicó en LBV Magazine

Las murallas de Benin, la estructura más larga construída por el hombre, con 16.000 kilómetros de longitud

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El antiguo Imperio de Benin fue uno de los estados que existían en el África occidental subsahariana antes de la llegada de los colonizadores europeos.

Su establecimiento se retrotrae hasta el siglo XI o XII, y su existencia se extendería unos 700 años, hasta que fue anexado por el Imperio Británico en 1897. No hay que confundirlo con el actual país del mismo nombre. El Imperio de Benin, al que sus propios habitantes denominaban Igodomigodo, se encontraba al sur de la actual Nigeria, en torno a su capital Edo (renombrada Ciudad de Benin por los portugueses a su llegada en 1485). Constituía no solo uno de los estados más antiguos del continente, sino también uno de los más desarrollados.

El período álgido del poder del imperio se inició en el siglo XV con Oba Ewuare, quien mandó rodear su palacio con un muro de 11 kilómetros de largo y un foso de 6 metros de profundidad. Las excavaciones llevadas a cabo por Graham Connah en la década de 1960 encontraron también un sistema de muros exteriores que se extendía hasta los 16.000 kilómetros de largo, y que, según sus estimaciones, habría requerido de cientos de años en ser levantado. Ciertamente su construcción había comenzado a principios del siglo IX y se extendió varios siglos hasta mediados del XV.

Ruinas de los muros del palacio / foto Adam Jones en Wikimedia
Ruinas de los muros del palacio / foto Adam Jones en Wikimedia

Hoy se considera a estas murallas como la estructura más larga jamás construída por el hombre (algunos añaden sin medios mecánicos), englobando un territorio de unos 6.500 kilómetros cuadrados. Según Fred Pearce en New Scientist, los muros conectaban más de 500 asentamientos del imperio, eran cuatro veces más largos que la Gran Muralla de China, y para levantarlos se empleó cien veces más material que para construir la Piramide de Keops. Su altura variaba según las zonas, llegando a alcanzar los 20 metros alrededor de la propia ciudad, a la que se accedía por medio de nueve puertas. Todos los muros eran patrullados por guardias armados.

Cuando los portugueses descubrieron esta ciudad en 1485 quedaron asombrados por la inmensidad de un reino compuesto de cientos de ciudades y villas interconectadas por murallas en medio de la jungla, con anchas calles e incluso iluminación pública. Y es que la Ciudad de Benin poseía un sistema de alumbrado, sobre todo en las calles cercanas al palacio, con lámparas metálicas alimentadas por aceite de palma.

Mapa de las murallas / foto Kingdom of Benin
Mapa de las murallas / foto Kingdom of Benin

En 1691 el capitán Lourenco Pinto escribió que la Gran Ciudad de Benin es más grande que Lisboa, todas las calles son rectas y largas hasta donde la vista alcanza. Las casas son grandes, especialmente la del rey, que está decorada con ricas y finas columnas. La ciudad es tan rica e industriosa y está tan bien gobernada que no existen los robos, y sus habitantes se sienten tan seguros que no tienen puertas en sus casas.

Restos de los muros / foto Kingdom of Benin
Restos de los muros / foto Kingdom of Benin

Según el matemático Ron Eglash tanto la ciudad como las villas que la rodeaban habían sido planeadas utilizando un patrón matemático y formando fractales perfectos.

Ciudad de Benin en el siglo XVII / foto Dominio Público en Wikimedia
Ciudad de Benin en el siglo XVII / foto Dominio Público en Wikimedia

Las murallas de Benin fueron destruídas en parte por la Expedición Punitiva de los británicos en 1897, que arrasó la ciudad, acabó con el imperio y engrosó las colecciones de los museos ingleses con numerosas piezas de arte local. Hoy en día quedan en pie lienzos dispersos de lo que fue uno de los mayores fenómenos arqueológicos del planeta, y muchas de sus partes han sido reutilizadas por la población local.

Fuentes: The Moats & Walls of Benin / Wikipedia / Benin City, the mighty medieval capital now lost without trace / The Great Benin Wall


Las murallas de Benin, la estructura más larga construída por el hombre, con 16.000 kilómetros de longitud se publicó en LBV Magazine

La Jornada del Foso, la terrible matanza que dio lugar a la expresión “pasar una noche toledana”

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Suele recurrirse a la expresión pasar una noche toledana (o solía, ya que ha caído en cierto desuso) para ilustrar una que se ha pasado mal, sin poder dormir, sea por la razón que sea.

No está claro el origen del curioso enunciado y generalmente se atribuye al calor que suele hacer en la provincia incluso en horario nocturno, impidiendo conciliar el sueño. Pero también se ha propuesto una génesis distinta, de carácter histórico y mucho más jugosa: la llamada Jornada del Foso de Toledo.

Hay que remontarse mucho tiempo atrás, al siglo VIII, cuando aquella ciudad estaba bajo el control del Emirato de Córdoba. En el año 797 d.C. era emir independiente Al Hakam I. Su padre, Hisham I, hijo del famoso Abderramán I, tuvo un reinado pacífico en el ámbito interno que le permitió realizar muchas razzias contra los cristianos. Sin embargo antes sufrió la oposición de sus hermanos, que se negaban a reconocerle su autoridad, por lo que tuvo que derrotar a ambos en el campo de batalla; uno de ellos, Soleimán, era walí (gobernador) de Toledo, ciudad que aún mantenía su recelo hacia Córdoba cuando Al Hakam asumió el emirato.

Algunos cronistas le describen como violento e impío, y lo cierto es que su etapa fue bastante turbulenta. Para empezar porque sus tíos intentaron de nuevo hacerse con el poder, pero también porque varias ciudades aprovecharon la inestable coyuntura para rebelarse. Una de ellas fue Toledo, cuya población era básicamente hispanorromana y visigoda -aunque también había judíos y, por supuesto, musulmanes- y gozaba de cierta autonomía, manifestando a menudo posiciones refractarias a las disposiciones de Córdoba.

Al Hakam II. Foto: Wikimedia
Al Hakam II. Foto: Wikimedia

Harto de aquella oposición, Al Hakam decidió suprimir ese autogobierno y hacerlo además de forma taxativa y ejemplar. Para ello envió como walí a un hombre de su total confianza, Amrus Ben Yusuf, gobernador de Talavera de la Reina, quien debía intentar atraerse a los notables con todo tipo de promesas, aceptando en primera instancia sus exigencias para ganarse su confianza. Así ocurrió, en efecto: Amran no era árabe ni bereber sino muladí (en este caso hijo de un cristiano converso al Islam) que además gozaba de cierto prestigio por haber participado en la batalla de Roncesvalles, lo que servía para tender un puente amistoso.

Eso se explica porque los nobles toledanos, que estaban ya en abierta rebeldía desde primeros de año bajo la dirección Ubayd Allah ibn Yamir, también eran mayoritariamente muladíes. De hecho aparentemente todo fue bien: Amrus cedió a sus demandas e incluso mandó construir una fortaleza, lo que demostraba que se relajaba la tensión ya que, a priori, no parecía lógico que se dotara a la ciudad de un punto de defensa facilitándole las cosas a la nobleza. Una vez estuvo terminada, el walí anunció que vendría a inaugurarla el mismísimo Abderramán II, el hijo adolescente de Al Hakam y futuro emir; definitivamente, los toledanos se habían impuesto.

Amrus organizó una fiesta y acudió personalmente ese día, invitando a todas las familias aristocráticas que se habían mostrado especialmente levantiscas como forma de agasajarlas una vez más. Pero esa vez fue la última. Para aumentar la pompa, los nobles iban entrando uno por uno al salón, cerrándose la puerta tras ellos hasta dar paso al siguiente. Lo que ninguno sospechaba es que a medida que entraban eran degollados y sus cabezas arrojadas al foso de la propia fortaleza (luego se colgarían públicamente de las almenas). Y así, una tras otra, se calcula que cayeron al menos entre cuatrocientas y setecientas personas, aunque algunas fuentes hablan de miles; una metáfora de entonces compara el vapor de la sangre derramada con el de las cocinas y se dice que incluso Abderramán quedó impresionado para el resto de su vida ante aquella matanza.

"La Campana de Huesca" de José Casado de Alisal
“La Campana de Huesca” de José Casado de Alisal

En realidad, como suele pasar con muchos relatos medievales, no se sabe con exactitud dónde acaba la historia y dónde empieza la leyenda. Por ejemplo, otra versión cuenta que Amrus no fue tan implacable por razones políticas sino personales, ya que los nobles toledanos habrían asesinado a su hijo. Es más, algunos arabistas incluso niegan la veracidad del relato completo y lo asimilian a narraciones parecidas muy anteriores a Al Ándalus: por ejemplo el relato de Heródoto sobre Periandro (posteriormente versioneado por Aristóteles) o el de Tito Livio sobre Tarquino; a la masacre de los Abencerrajes granadinos también y tres siglos más tarde de la Jornada del Foso se repetiría un caso muy parecido, el de la Campana de Huesca, curiosamente basado en una obra titulada Anales Toledanos Primeros.

Fuentes: De la Andalucía islámica a la de hoy (Claudio Sánchez-Albornoz) / Sociedad, política y protesta popular en la España musulmana (Roberto Marín Guzmán) / Wikipedia


La Jornada del Foso, la terrible matanza que dio lugar a la expresión “pasar una noche toledana” se publicó en LBV Magazine

La Grande Jacquerie, la revolución campesina que conmocionó Francia en 1358

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A veces un acontecimiento histórico concreto hace que perdure su nombre aplicándose de forma genérica a otros parecidos.

Es lo que pasó, por ejemplo, con la guerrilla española en la Guerra de la Independencia, palabra que hoy designa universalmente ese tipo de combate, y lo que ocurre también en Francia, donde el término jacquerie se usaba para designar a las frecuentes revueltas campesinas que asolaron el país durante la Edad Media e incluso en siglos posteriores, y que tuvo su origen en un violento episodio acaecido en 1358: la Grande Jacquerie.

Como se puede deducir por la fecha, el contexto fue la Guerra de los Cien Años, aquel terrible conflicto que asoló el suelo francés por las respectivas reivindicaciones territoriales del rey galo y el de Inglaterra, y que a menudo suponía sufrir una guerra dentro de otra. Cuando se junta algo así con otros elementos como una serie de malas cosechas y al azote de la Peste Negra, la gente que más lo sufre, es decir el pueblo llano, suele rebasar su límite de aguante y alzarse en armas.

Dado que en el sistema feudal imperante ese estrato social estaba formado mayoritariamente por campesinos y que a éstos se les daba el nombre despectivo de Jacques Bonhomme (posiblemente por sus vestidura típica, una jaque o jaquette, de la que derivan las palabras chaqueta y chaqué), así como la excepcional combinación de factores, aquella jacquerie resvistió unas características especialmente graves. Un cronista de la época, Jean Froissart, dejó una descripción de los hechos -aunque algo parcial al estar relacionado con los señores- y llamó a aquello “la Gran Tribulación”.

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Todo se desarrolló en zonas rurales donde se había desplomado el precio del cereal: Isla de Francia, Picardía, Champaña, Artois y Normandía. Apenas dos años antes el ejército francés había sufrido una catastrófica derrota en Poitiers y esos lugares estaban sumidos en la miseria y la hambruna, saqueadas además por los llamados routiers o compañías libres, que eran bandas de mercenarios, muy volubles en su fidelidad, que cuando no tenían un contrato asolaban todo territorio por el que pasaban.

Debido a la captura del rey Juan II por los ingleses, el gobierno resultaba poco estable al tener que compartir el delfín Carlos el poder con los Estados Generales, liderados éstos por el comerciante burgués Etienne Marcel. Juan pagó su rescate prometiendo cuatro millones de escudos y la cesión de los territorios del suroeste, tradicionalmente ligados a la dinastía inglesa Plantagenet, pero los Estados Generales se negaron a aceptar aquellas condiciones, por lo que la amenaza de una nueva invasión por parte de Eduardo III llevó a Marcel a nombrar a Carlos de Navarra regente títere.

Marcel tenía el apoyo de la burguesía de París y se las arregló para poner de su parte a toda la ciudad, de manera que el Delfín se vio obligado a sitiarla y, aliado con la nobleza, a trasladar la corte a Compiègne. De esta forma, al conflicto con Inglaterra y el golpe de Marcel se sumaba una guerra civil. Sólo faltaba una revolución del campesinado y ésta se produjo por la decisión del Delfín de imponer un duro impuesto con que costear las operaciones bélicas.

La chispa brotó en la comarca de Beauvais cuando cuatro caballeros integrantes de una compañía libre fueron asesinados por los labriegos; el ejemplo corrió como la pólvora y se desató un rosario de incidentes similares en más sitios. Eran espontáneos, pues no obedecían a un plan predeterminado ni había organización alguna sino que respondían al efecto acción-reacción ante las injusticias y los abusos, aunque hay quien opina lo contrario subrayando el surgimiento simultáneo en varios focos a la vez el 28 de mayo.

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Sin embargo, como cabía esperar, la tendencia de aquellos rebeldes fue a unirse para tener más fuerza y así se fueron formando grandes bandas cada vez mayores, pasando de las pocas decenas de efectivos iniciales a cientos y luego a millares. Cinco mil de ellos se juntaron bajo el liderazgo de un jefe carismático, el ganadero Guillaume Caillet, que estableció contacto con Etienne Marcel y decidió aliarse con él.

Así, aquella masa de indignados jacques, apoyados al parecer por los gremios de artesanos y los campesinos acomodados, avanzó hacia París para romper el asedio, destruyendo todas las propiedades de la nobleza que encontraban a su paso pero respetando las de la Iglesia, lo que dejaba claro a quiénes consideraban enemigos.

La Grande Jacquerie fue un movimiento brutal y violento, un estallido súbito de gran intensidad que, sin embargo, al carecer de organización resultó efímero, apenas un par de semanas. Se estrelló el 9 de junio de 1358 cuando un millar de sus integrantes intentó asaltar el castillo de Meaux, residencia del Delfín, y la caballería de éste masacró a los que en el fondo, y por muy agresivos que se mostraran, no eran sino siervos mal armados y carentes de entrenamiento para la guerra.

La derrota invitaba a parlamentar y, en efecto, al día siguiente Carlos II ofreció a Caillet reunirse con él para intentar llegar a un acuerdo. Pero era una trampa: el líder de los jacques fue detenido, torturado y ejecutado brutalmente, como correspondía a su baja condición social, mientras sus hombres eran masacrados por los mercenarios ingleses contratados ad hoc por la nobleza.

La represión posterior, ahorcando de pueblo en pueblo a todo sospechoso de haber formado parte de la sublevación, duró dos meses y dejó un período de fúnebre paz durante veinte años; al menos en Francia, porque el ejemplo saltó a otros lugares de centroeuropa, la península italiana e incluso la propia Inglaterra.

Fuentes: Historia medieval. Siglos XIII-XV (Julián Donado Vara y Ana Echevarría) / Páginas de la Historia (José Luis Comellas) / Wikipedia


La Grande Jacquerie, la revolución campesina que conmocionó Francia en 1358 se publicó en LBV Magazine

Lingua Ignota, el primer idioma artificial de la Historia, creado en el siglo XII

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La Lingua Ignota está considerado el primer idioma artificial de la Historia, creado por Hildegarda de Bingen en el siglo XII, aunque se desconoce su propósito.

Quizá las lenguas artificiales más famosas hoy en día son el Esperanto y la Interlingua, ambas con un considerable número de hablantes y estudiosos. De cerca le siguen las lenguas inventadas por escritores como Tolkien, o aquellas creadas expresamente para series de televisión y películas, cuyo ejemplo más popular sería el Klingon de Star Trek y, más recientemente, las lenguas que aparecen en la serie Juego de Tronos.

Pero a lo largo de toda la Historia ha habido intentos de crear idiomas por diferentes motivos, tanto estéticos, artísticos, funcionales o simplemente lúdicos. La primera lengua construída artificialmente de la que se tiene documentación es la Lingua Ignota (en latín lenguaje desconocido), y fue creada por Hildegarda de Bingen en Alemania en el siglo XII.

Esta Hildegarda, hoy santa de la Iglesia Católica, no era una mujer corriente. Fue monja y abadesa del Monasterio de Rupertsberg, donde murió en 1179. Tras de sí dejó una amplia obra musical, científica y literaria. En el aspecto musical compuso hasta 78 obras, incluyendo un prototipo de oratorio, una composición que no se inventaría hasta cinco siglos más tarde, y un auto sacramental llamado Ordo Virtutum, que algunos consideran como la primera ópera de la historia. Desde 1979 se han publicado más de 35 discos con interpretaciones de sus canciones, e incluso en 2001 la película Una mente maravillosa incluyó una en su banda sonora.

Hildegarda de Bingen / foto  Dominio público en Wikimedia Commons
Hildegarda de Bingen / foto Dominio público en Wikimedia Commons

Escribió obras sobre medicina, política y teología que hoy se conservan en numerosos códices copiados y transmitidos por los monjes de diferentes monasterios. En su tiempo fue conocida como la sibila del Rin y también como la profetisa teutónica, llegando a ser una de las mujeres más influyentes de la Baja Edad Media en Europa.

Su invención de la Lingua Ignota le valió ser adoptada como patrona por los esperantistas. Este idioma artificial se recoge en su obra Ignota Lingua per simplicem hominem Hildegardem prolata, como un listado de 1.011 palabras con su significado equivalente en alemán, junto con las Litterae ignotae (letras desconocidas), 23 letras de su creación que conforman un nuevo alfabeto completamente diferente de los conocidos hasta entonces.

Es con este alfabeto con el que Hildegarda escribía su nueva lengua, cuyo propósito ha sido objeto de debate a lo largo de los siglos sin llegar a conclusiones claras. Unos piensan que tenía un carácter eminentemente científico, y otros que se relaciona primordialmente con el misticismo.

Formalmente parece utilizar parcialmente la gramática latina, sustituyendo algunas palabras por las de nueva creación, tal y como se deduce del único texto conservado escrito en Lingua Ignota:

O orzchis Ecclesia, armis divinis praecincta, et hyacinto ornata, tu es caldemia stigmatum loifolum et urbs scienciarum. O, o tu es etiam crizanta in alto sono, et es chorzta gemma (Oh inconmensurable Iglesia, armada de la mano divina, y embellecida por jacintos, tú eres el bálsamo de las heridas de las naciones y de la ciudad de las ciencias. Oh, o tú eres también adornada en música sublime, y eres una gema brillante, traducción propuesta por Newman en 1987)

Este texo está escrito mezclando el latín con cinco palabras nuevas, de las cuales solo una, loifoi/loifolum (pueblos o naciones), aparece en el listado conservado en los códices. Ello parece indicar que en realidad el vocabulario era mucho más amplio que esas 1.011 palabras.

Las Litterae ignotae  / foto Dominio público en Wikimedia Commons
Las Litterae ignotae / foto Dominio público en Wikimedia Commons

De algunas cartas se deduce también que la existencia de la Lingua ignota era conocida por allegados y terceras personas, aunque no se sabe si fue empleada más que por su creadora y, en última instancia, no parece que nadie se preocupase de hablarla o estudiarla más allá de su muerte. Algunos expertos opinan que su uso primordial era musical, ya que algunas de las palabras han podido rastrearse en las canciones que compuso.

Entre las palabras listadas en el glosario encontramos términos religiosos (Aigonz / Diós, Diueliz / diablo, Zuuenz / santo), relativos a los seres humanos (Inimois / ser humano, Iur / hombre, Vanix / mujer, Peueriz / padre, Maiz / madre), pero también científicos y artísticos (Pruiuanz / ánfora, Dioranz / arco, Lauziminiza / Tierra, Spartoliz / investigador)

Desde el siglo XIX se han publicado numerosas ediciones del curioso lenguaje inventado por Hildegarda, una de ellas realizada por los famosos hermanos Grimm en 1848. El listado completo de las palabras con su significado en castellano puede consultarse en la edición en PDF de la web Hildegardiana.

Fuentes: Hildegard of Bingen: An Integrated Vision (Anne H. King-Lenzmeier) / Modernité au Moyen Age: le défi du passé (Brigitte Cazelles,Charles Méla) / Hildegard of Bingen's Unknown Language: An Edition, Translation, and Discussion (S. Higley) / Lenguaje Secreto De Hildegard Von Bingen (Verónica Martínez Lira ) / Wikipedia


Lingua Ignota, el primer idioma artificial de la Historia, creado en el siglo XII se publicó en LBV Magazine

¿Quién atendía a los enfermos y enterraba a los muertos de Peste Negra en la Edad Media?

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El mundo de las instituciones religiosas es más complejo de lo que parece a simple vista. Para un profano todo se reduce a clero regular (el que se rige por una regla monástica) y clero secular (sacerdotes y diáconos independientes), pero luego cada uno se va subdiviendo en varios tipos de instituciones. Por ejemplo, hay dos tipos de instituciones religiosas: órdenes y congregaciones; estas últimas pueden ser clericales o laicales. Vamos a quedarnos con las laicales en este artículo para centrar la atención en una concreta, la de los Hermanos Celitas o Alexianos, porque su ocupación era tan específica como curiosa.

Los miembros de las congregaciones laicales no pronunciaban votos solemnes sino simples, de manera que no eran sacerdotes. Normalmente centraban su actividad en la enseñanza y la catequesis, o bien en los cuidados a sectores desfavorecidos como huérfanos, enfermos pobres y presidiarios. En el caso de los Hermanos Celitas, el objeto de sus servicios eran los enfermos más extremos que había antaño, aquellos cuyo contacto podía significar la muerte: los afectados por enfermedades contagiosas y muy especialmente la Peste.

Conviene ponerse en situación y tener en cuenta que siglos atrás, cuando se desataba una pandemia, poco se podía hacer más que aislar a los afectados esperando que remitiera por sí misma, a menudo porque el índice de mortalidad era tan elevado que se interrumpía o dificultaba la cadena de infección. De esta manera, los moribundos eran obligados a enclaustrarse en sus casas o eran expulsados fuera del perímetro urbano, dándolos por desahuciados sin recibir atención.

En ese sentido, la llamada Muerte Negra supuso uno de los momentos críticos de la historia medieval europea. Identificada hoy con la peste bubónica que causaba la bacteria Yersinia pestis y se propagaba a través de la picadura de las pulgas que tenían las ratas, apareció en occidente en el siglo XIV, más concretamente en Italia, merced a las rutas comerciales que venían de China. Su máxima gravedad se produjo a lo largo de casi dos décadas entre 1346 y 1361, provocando al menos la muerte de un tercio de la población (aunque algunos autores suben el porcentaje a dos tercios), lo que en números redondos significaría de cincuenta a ochenta millones de cadáveres.

Difusión de la Peste Negra. Imagen: Encyclopaedia Britannica
Difusión de la Peste Negra. Imagen: Encyclopaedia Britannica

Una cantidad impresionante que deja patente un grave problema: deshacerse de esos cuerpos en un contexto en el que casi nadie quería acercarse a ellos, algo aún peor cuando se trataba de enfermos vivos. En ese contexto se crearon algunas órdenes o institiciones religiosas -por entonces era la fe la que catalizaba la ayuda al prójimo y las labores benéficas- destinadas a atender la cuestión.

Por ejemplo, la Hermandad de la Caridad de Toledo, como indica su nombre, a partir del siglo XI fundó numerosos hospitales desde los que desarrollaba una intensa actividad en favor del prójimo sin medios, tales como atención médica, alimentación de hambrientos, mantenimiento de huérfanos y viudas, pago de rescate de prisioneros, etc. Era bastante paradójico que la mayoría de sus integrantes procedieran de noble cuna.

Una de las actividades de dicha hermandad era compartida con la citada de los celitas y consistía en hacerse cargo del entierro de fallecidos en circunstancias poco comunes, tales como ahogados sin identidad, ejecutados, asesinados expósitos, enfermos sin medios, etc. O sea, todos aquellos que, por lo que fuera, no podían ser inhumados normalmente.

Asimismo, se ocupaban también de algo tan importante por entonces como decir misas por sus almas; a priori puede parecer intrascendente pero, cuestiones espirituales al margen, el caso es que dichos oficios -al igual que las labores de enterramiento- había que pagarlos y a eso dedicaban parte de las limosnas que recaudaban.

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Los celitas, palabra que deriva del latín cella (en alusión a las celdas o pequeños habitáculos donde vivían), también conocidos como alexianos (por su patrono, San Alejo) o medaños (por su fundador, Meccio), se vieron oficializados en un proceso que empezó en 1460 y concluyó en 1476 firmado por Sixto IV, si bien existían de facto desde al menos un siglo antes, como una rama de los begardos (la versión masculina de las célebres beguinas).

Aunque eran laicos se regían por la regla agustiniana y dieron sus primeros pasos en Brabante (Flandes), extendiéndose por centroeuropa. Debido a los himnos que cantaban en los funerales, solía confundírseles con los lolardos y otros herejes, razón por la cual el papa Gregorio XI tuvo que dictar normas para protegerlos.

Actualmente aún existe la Hermandad Celita, aunque circunscrita a Alemania, Bélgica, Reino Unido y Estados Unidos. Muchos de sus miembros tienen profesiones relacionadas con la sanidad y trabajan en los hospitales que gestionan sin ánimo de lucro, donde ya no hay enfermos de peste pero sí han surgido otros males contemporáneos (SIDA, alcoholismo, drogadicción, enfermedades psiquiátricas, demencia senil, carencia de hogar…) que confieren a los pacientes ese estatus marginal que tradicionalmente ha requerido su atención.

Fuentes: Real Hermandad y Cofradía del Señor de la Caridad / The Alexian Brothers / Wikipedia


¿Quién atendía a los enfermos y enterraba a los muertos de Peste Negra en la Edad Media? se publicó en LBV Magazine

Heftalitas, los hunos blancos que crearon un imperio en Asia Central

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Generalmente conocemos y estudiamos el colosal mosaico de pueblos y etnias que vivieron en la transición de la Antigüedad al Medievo centrando la atención en los movimientos de pueblos bárbaros hacia occidente.

Sin embargo, algunos se movieron en dirección contraria y les perdemos un poco la pista en la inmensidad del continente asiático y su inabarcable historia. Un buen ejemplo de ello es el de los heftalitas, a los que también se llama por otros nombres, según la nacionalidad de los cronistas, siendo el más peculiar el de hunos blancos.

Heftalitas es como conocieron los griegos a un pueblo nómada y hunos blancos fue el apodo incorporado por sus sucesores bizantinos. Parece que su origen habría que situarlo en esa confusa región turcoiraní, según se deduce de la lengua que hablaban y que los investigadores han rastreado a partir, fundamentalmente, de la numismática; por eso algunos los identifican, no sin polémica, como indoeuropeos -o, al menos, relacionados con ellos-. No obstante, hay otra corriente que los hace proceder de la parte norte del subcontinente indio (más o menos en lo que hoy son Pakistán y Afganistán) como descendientes de los xionitas o huna, de manera que la única relación que tendrían con los hunos sería nominal (o quizá, como sugieren algunos expertos, se dejaban llamar así para infundir miedo).

Lo poco que parece realmente claro es que no era un pueblo sedentario; probablemente ni siquiera sería uno sino una especie de confederación de varios con elementos culturales comunes con el idioma como nexo. Aún así, su expansión fue tan amplia territorialmente que sí llegaron a fundar algunos asentamientos permanentes, más que nada fortalezas militares para controlarlo, pero también tenían su capital, Badian (la actual ciudad afgana de Kunduz), si bien la corte era móvil.

Moneda con un rey heftalita. Foto: Wikimedia
Moneda con un rey heftalita / Foto: PHGCOM en Wikimedia Commons

El historiador bizantino Procopio de Cesarea los describía como de tez blanca y vida menos salvaje que la del resto de los hunos, con un código jurídico y una institución monárquica (el khanato). Procopio es la principal fuente escrita que hay sobre los heftalitas, junto con las crónicas chinas, que se refieren a ellos con el nombre de yta (Hua o Hudun en las versiones más antiguas) y los consideran descendientes de la tribu Yuezhi. Son chinas también las referencias a su religión, mezcla de budismo y zoroastrismo con elementos del maniqueísmo persa.

El caso es que inicialmente eran vasallos de los rouran, otra confederación de nómadas antepasados de los mongoles que actualmente se asimila a los ávaros y que se había establecido en la zona interior de China en el siglo IV. Los heftalitas, con los que habían tenido intercambios culturales y politicos, se liberaron de ellos un siglo más tarde, iniciando una expansión hacia el sureste. Ocuparon las estepas del Turquestán, siguiendo luego por Sogdiana y Bactriana (territorios de los actuales Uzbekistán, Afganistán y Tayikistán). Obligaron a los escitas a desplazarse y en el último cuarto del siglo V entraron en Persia, a la que, tras superar su resistencia inicial en la batalla de Herat (en la que incluso murió el rey Perod I), convirtieron en tributaria. Allí permanecieron hasta que los sasánidas de Cosroes I se aliaron con los turcos para echarlos en el año 557, aunque no se fueron de vacío pues, al parecer, aquel medio siglo les volvió más refinados.

Asia en el siglo V. En el centro se ve el khanato Heftalita (foto: Wikimedia)
Asia en el siglo V. En el centro se ve el khanato Heftalita / foto: Talessman en Wikimedia)

A la vez, y probablemente en alianza con los xionitas (otro pueblo de lengua irania asentado en Bactriana al que algunas fuentes se refieren como hunos rojos) habían entrado en Afganistán y Pakistán, llegando a las puertas de la India, cuya parte septentrional estaba gobernada por el Imperio Gupta. El emperador en ese momento era Kumaragupta, que consiguió frenarlos hasta principios del siglo VI; luego se adueñaron del valle del Ganges hasta que los reyes Yasodharman y Narasimhagupta les expulsaron en el año 528. Los heftalitas, a quienes los indios llamaban shevetahûna (hunos blancos) habían pasado de poseer un considerable territorio a ser derrotados en todos los frentes.

Lo peor, no obstante, estaba por llegar porque de su período de apogeo, allá por mediados del siglo VI, aquel en el que dominaban lo que hoy son Afganistán, Turkmenistán, Uzbekistán, Tayikistán, Kirguistán, Kazajistán, Pakistán y partes de India y China, pasaron a ser derrotados una vez tras otra por multitud de adversarios. Los köktürks, otra confederación nómada más procedente de Mongolia, pactaron una alianza con los sasánidas persas y en el año 563 aplastaron a los heftalitas definitivamente para repartirse el Turquestán (después los köktürks se aliarían con los bizantinos para intentar conquistar Persia, aunque ésa es ya otra historia). El último khan heftalita, Yudhishthira, reinó hasta el 670, en que su dinastía fue sustituída por la Sashi Kabul afgana. De hecho, se cree que los pashtunes actuales descienden de aquel semidesconocido pueblo, al igual que los los turkmenos y kazajos.

Fuentes: Breve historia de los persas (Jorge Pisa Sánchez) / La Europa de la Alta Edad Media (Roger Collins) / Pakistán: el Corán y la espada (Plamen Tonchev) / Wikipedia / The Huns (Hyun Jin Kim)


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Morgengabe, mahr y escreix: los seguros de vida matrimoniales de origen medieval

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El Matrimonio Arnolfini por Jan van Eyck / imagen Dominio Público
El Matrimonio Arnolfini por Jan van Eyck / imagen Dominio Público

Históricamente, los matrimonios por amor se daban casi exclusivamente en los cantares y la literatura; una boda era algo demasiado serio como para celebrarla por algo tan etéreo y esto valía sobre todo para las familias reales, las nobles y las adineradas por aquello de las alianzas y tal, pero también se daba entre las clases populares donde un buen casamiento podía significar salir de la pobreza o, cuando menos, mejorar bien económica, bien socialmente (o ambas).

Es decir, se trataba de un negocio esencialmente, en el que la novia aportaba una dinero, la famosa dote, que debía servir para colaborar en el mantenimiento de la vida conyugal, ya que ésta, en el día a día, correría a cargo del esposo. Sin embargo, no todas las culturas se ceñían a estas características y en algunas ese aporte era mutuo o incluso masculino.

En efecto, hay toda una tradición en la que es la familia del novio la que asume esa costumbre, técnicamente denominada excrex. Se practica en ciertas regiones de Asia (más concretamente de India y China), África y, sobre todo, el mundo musulmán. En este último caso recibe el nombre de mahr o sadaq y tiene su base jurídica en el Corán, en el versículo 4 de la sura An-Nisa dedicada a la mujer.

Se incluía explícitamente en el contrato prematrimonial, llamándose mahr al-musamma, que significa dote asignada; si no se explicitaba, pasaba a concocerse como mahr al-misl, es decir, dote tasada, que iba en función de la clase social a la que se pertenecía. Algunos países como Turquía han eliminado el mahr de la legislación, dejándolo en un simple regalo voluntario. Pero en otros como Irán sigue vigente en su código civil.

Queen of Brigands, cuadro de Frederick Arthur Bridgman / Dominio Público
Queen of Brigands, cuadro de Frederick Arthur Bridgman / Dominio Público

La explicación es sencilla: el mahr constituye una especie de seguro de vida para la mujer en el caso de que se quede viuda, pues por ley sólo puede heredar una cuarta parte de los bienes conyugales y el mahr sí lo recibiría íntegro, o que se produzca un divorcio, ya que en este segundo supuesto no suele tener derecho a las propiedades de su marido.

La cuantía de esa dote masculina varía en función de una serie de factores como la edad del marido, su riqueza y la de su familia, su belleza, sus valores éticos y espirituales, su virginidad o incluso los regalos que hayan aportado sus hermanas, entre otros. En general, ofrecer un mahr elevado sirve para presentarse como un buen partido y eliminar rivales a la mano de la amada; exigirlo también obedece a unas razones concretas -aparte de las mencionadas antes-, como persuadir de un posible divorcio, disponer de medios económicos para tener una vida más o menos independiente en caso de ser ella misma quien solicite divorciarse, mantener a los hijos en caso de separación, etc.

Ahora bien, el mahr no es el único caso de dote masculina. También se daba en algunos sitios de Europa, ya que, al igual que el caso anterior, se fundamenta en reseñas de los libros sagrados, la Biblia y el Talmud. En España, por ejemplo, aragoneses y catalanes tenían una variedad denominada escreix (creces), también conocida como décima.

El escreix se define como una donación -no está claro si voluntaria u obligatoria- hecha por el esposo a su mujer en atención a su virginidad y otras cualidades personales, de forma muy similar a lo que dictaba la donatio ante nuptias del Derecho Romano; de hecho, en Tortosa se la llamaba donació per nupcies.

Unequal, cuadro de Quentin Masas / imagen Dominio Público
Unequal, cuadro de Quentin Massys / imagen Dominio Público

Dicen los expertos que la dote masculina europea tiene un origen diferente al mahr, ya que se sitúa en la tradición del Derecho Germánico medieval plasmado en el morgengabe o matutinale donum (donación de la mañana, nombre que venía de que se la daba el marido a la esposa la primera mañana tras la noche de bodas, a manera de premiun virginitatis, es decir, un premio tras haber comprobado su virginidad).

Algunos autores opinan que fueron los visigodos quienes introdujeron esa costumbre en la Península ibérica y, por tanto, origen de la refrerida versión local; pero otros lo consideran improbable, al menos de manera general, porque el derecho visigótico se refería exclusivamente a ese pueblo, entendido como estamento social. En cualquier caso, el morgengabe persiste como curiosidad histórica y antropológica en algunos rincones de Austria.

Fuentes: Lecciones de derecho civil balear (María Pilar Ferrer Vanrell y Miguel Coca Payeras) / La aportación marital en la historia del derecho castellano (José Antonio López Nevot) / El matrimonio en el Islam (Zühdü Mercan).


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Hugh de Lincoln, el santo que arrancó a mordiscos dos trozos del supuesto brazo de María Magdalena

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Durante la Edad Media la posesión de reliquias suponía para las iglesias, catedrales y monasterios, la afluencia de numerosos peregrinos y, por tanto, de ingresos.

No era raro que los obispos, abades y otras autoridades religiosas se afanasen en conseguir la mayor cantidad posible de ellas, principalmente cuando la necesidad de dinero acuciaba para realizar obras de remodelación, o amenazaba la subsistencia de la comunidad. Algunos llegaron incluso a sustraer piezas de otros lugares, utilizando métodos ciertamente poco ortodoxos o chocantes. Uno de ellos fue Hugh de Lincoln.

Hugh había nacido en Avalon, una pequeña aldea del sureste de Francia, de noble cuna, hacia 1135-1140. Su padre Guillermo, el señor de Avalon, se retiró a un monasterio benedictino tras la muerte de su esposa, llevándose a Hugh con él cuando tan solo contaba ocho años. Al llegar a la mayoría de edad es ordenado sacerdote, pero abandona el monasterio para ingresar en la Orden de los Cartujos, cuya rigidez y austeridad la habían convertido en la más reputada de las órdenes de la época.

Pronto asciende en el escalafón de la orden hasta llegar a ser procurador y, en 1179 es enviado a Inglaterra como prior del primer monasterio cartujo del país, el de Witham Friary en Somerset. En 1186 es elegido obispo de la catedral de Lincoln, cuyo edificio había sido fuertemente dañado por un terremoto el año anterior, derruyendo buena parte de la construcción.

De modo que su primer objetivo consistía en la reparación de los daños y la reconstrucción de la catedral, que Hugh deseaba levantar en el nuevo estilo gótico que se estaba extendiendo por toda Europa. El problema era como conseguir el dinero necesario para llevarlo a cabo. Así que Hugh se dedicó a viajar en busca de reliquias que convirtiesen a su diócesis en un lugar de peregrinación apetecible y atractivo. De esa manera se hizo con una interesante colección, que todavía hoy se guarda en la catedral de Lincoln. Los métodos que empleó para conseguirlo eran, cuando menos, discutibles.

Hugh de Lincoln realizando un exorcismo, cuadro de Gerardo Sternina / foto Dominio público en Wikimedia Commons
Hugh de Lincoln realizando un exorcismo, cuadro de Gerardo Sternina / foto Dominio público en Wikimedia Commons

Quizá el episodio más conocido es el que protagonizó durante su viaje, alrededor de 1190 a Fécamp, en Normandía, para visitar la abadía benedictina del mismo nombre fundada en el año 658 por un conde merovingio. La razón es que allí se custodiaba un hueso del brazo que supuestamente pertenecía a María Magdalena.

Cuando los monjes sacaron el hueso de su relicario, envuelto en finos paños que nunca se habían atrevido a retirar, para mostrárselo, Hugh sacó un cuchillo. Ante el asombro de todos cortó la tela y rápidamente se llevó el hueso a la boca. Primero intentó arrancar un pedazo con los incisivos y, al no conseguirlo, lo hizo con los molares. Consiguió desprender dos trozos, que inmediatamente se guardó para añadir a su colección.

Ante la protesta de los monjes por un acto tan irreverente, Hugh les replicó que todos los días tocaba con sus dedos y sus dientes el cuerpo de Cristo en la comunión, y que no veía razón para no tratar de igual forma los huesos de los santos.

Interior de la catedral de Lincoln en la actualidad / foto Diliff en Wikimedia Commons
Interior de la catedral de Lincoln en la actualidad / foto Diliff en Wikimedia Commons

Volvió a Inglaterra con el botín de sus viajes por Europa e inició la reconstrucción de su catedral, de la cual no vería terminado más que el coro, ya que moriría el 16 de noviembre del año 1200, tras otro viaje a Francia que arruinó su salud, esta vez como embajador del rey Juan.

Aparte de sus logros en devolver a Lincoln su esplendor, se le recuerda por haber sido uno de los principales protectores de los judíos durante las persecuciones que sufrieron bajo el reinado de Ricardo I. Fue canonizado en 1220 y hoy las iglesias católica y anglicana lo consideran el patrón de los enfermos.

La difusión de la historia de su apropiación en la abadía de Fécamp fue posiblemente una de causas de que en 1215 el Cuarto Concilio de Letrán estableciera órdenes expresas de que las reliquias no fueran expuestas nunca fuera de su relicario, bajo ninguna circunstancia.

Fuentes: Pilgrimage (Jonathan Sumption) / St. Hugh and Mary Magdalene / The Life of Saint Hugh of Lincoln (Herbert Thurston) / Saint Hugh of Lincoln / Wikipedia


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Cuando Saladino mandó respetar una boda en su asedio al Kerak

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Si han visto la película El reino de los cielos de Ridley Scott seguramente recordarán la escena en que Saladino intenta asaltar el Crac de los Moabitas.

El castillo cruzado, también conocido como el Kerak, era junto con el Crac de los Caballeros, una de las mayores fortalezas cristianas en Tierra Santa. Situado en al-Karak en la actual Jordania, su construcción data de 1142 por el rey Fulco de Jerusalén y su mayordomo Payen, que en 1126 había sido nombrado señor de Transjordania.

Su situación, entre Damasco y el Mar Rojo le permitía controlar las caravanas de beduinos entre Egipto, Siria y La Meca, constituyéndose en uno de los principales baluartes de protección del reino de Jerusalén. Los sucesores de Payen lo reforzaron con torres y fosos en sus lados norte y sur. Precisamente es el lado norte, con sus grandes arcos en dos niveles, la estructura mejor conservada en la actualidad.

En 1176 la posesión del castillo pasa a Reinaldo de Chatillon por su matrimonio con la heredera de Transjordania Estefanía de Milly. Éste era famoso por su crueldad y, de hecho, se dedicaba a despeñar a sus enemigos desde lo alto de las murallas del Crac. Tampoco respetaba los acuerdos entre musulmanes y cristianos, y atacaba constantemente a las caravanas árabes que pasaban por las cercanías del castillo, lo que llevó a Saladino a exigir al rey Balduino IV que pusiera fin a tales actos, castigando a Reinaldo.

El Kerak en la actualidad / foto JoTB en Wikimedia Commons
El Kerak en la actualidad / foto JoTB en Wikimedia Commons

Balduino no solo fue incapaz de controlar a Reinaldo, sino que este se lanzó desde 1182 a una campaña de ataques contra las costas africanas del Mar Rojo, con una escuadra de naves que había mandado construir con madera de los bosques del Moab. De ahí pasó a las costas de Arabia, incendiando los puertos de Medina, y solo pudo ser detenido por la flota egipcia cuando estaba a punto de entrar a La Meca.

Al año siguiente y como represalia Saladino se dirigió al Crac con la intención de tomarlo y dar un escarmiento a Reinaldo. Al frente de más de 20.000 hombres se dirigió a la fortaleza trasladando nueve catapultas, que iniciaron los bombardeos contra los muros y el interior. Pero con lo que Saladino no contaba era que, mientras iniciaba el asedio a la fortaleza, en su interior se estaba celebrando una boda.

Zona norte de el Kerak / foto Bernard Gagnon en Wikimedia Commons
Zona norte de el Kerak / foto Bernard Gagnon en Wikimedia Commons

Mientras las catapultas musulmanas atacaban las imponentes defensas, en una de las torres se llevaba a cabo la ceremonia de matrimonio de Hunfredo IV de Torón, hijastro y heredero de Reinaldo, con Isabel de Jerusalén (que en aquel momento tenía 12 años y 9 años más tarde se convertiría en reina de Jerusalén). Hunfredo no llegaría a reinar a su lado porque en 1190 el matrimonio sería disuelto y fue obligada por su madre a casarse con Conrado de Montferrato, quien aspiraba al trono.

Pero volviendo al sitio del Crac, en un momento dado mensajeros procedentes del interior de la fortaleza consiguen hacer llegar a Saladino la noticia de que en una de las torres se estaba llevando a cabo el enlace. Se establecen negociaciones y, finalmente, haciendo honor a su fama de caballerosidad, Saldino decide ordenar a sus hombres que continúen bombardeando las murallas y el resto del castillo, pero que respeten la torre en cuestión donde se encuentra la cámara nupcial.

Patio superior del Kerak en la actualidad / foto Bernard Gagnon en Wikimedia Commons
Patio superior del Kerak en la actualidad / foto Bernard Gagnon en Wikimedia Commons

Entretanto los sitiados consiguen también avisar al rey Balduino de lo que estaba sucediendo, y éste se pone en marcha con su ejército comandado por Raimundo III de Trípoli, a pesar de que por su enfermedad (padecía de lepra desde la infancia) tiene que ser trasladado en camilla.

Saladino, cuyos hombres ya habían penetrado los primeros muros, ante la posibilidad de verse atrapado entre los defensores de la fortaleza y el ejército de Balduino decide finalmente levantar el sitio y retirarse. Volvería a intentarlo en 1184, con el mismo resultado, y sólo conseguirá tomar el Crac definitivamente en 1189.

En la película El reino de los cielos, la historia real, que ciertamente podía haber ofrecido un curioso e interesante argumento sin parangón, es dejada de lado. En su lugar el asedio de Saladino no se llega a concretar, primero por el ataque de Balián de Ibelin, y depués gracias a las negociaciones con Balduino, siendo Reinaldo posteriormente castigado por el rey, algo que nunca sucedió. Lo que sí es cierto, según las fuentes, es que Reinaldo había denegado el refugio en el castillo a los habitantes de los alrededores.

La muerte de Reinaldo de Chatillon en un manuscrito francés del siglo XV / foto Dominio público en Wikimedia Commons
La muerte de Reinaldo de Chatillon en un manuscrito francés del siglo XV / foto Dominio público en Wikimedia Commons

Reinaldo de Chatillon sería hecho prisionero, junto con el nuevo rey Guido de Lusignan, por las tropas de Saladino en la batalla de los Cuernos de Hattin en 1187. Aquí sí es donde se produce el hecho reflejado en la película, cuando Guido le ofrece a Reinaldo el agua que Saladino le había ofrecido a él mismo, y Saladino aprovecha para degollar a Reinaldo, con la escusa de no haber pedido permiso para beber.

Fuentes: The Crusader States and Their Neighbours, 1098-1291 (Peter Malcolm Holt) / The Medieval City Under Siege (Ivy A. Corfis, Michael Wolfe) / The Crusades Through Arab Eyes (Amin Maalouf) / Wikipedia

Libros recomendados: Las Cruzadas vistas por los árabes (Amin Maalouf) / Las Cruzadas: realidad y mito (Christopher Tyerman)


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Zappolino, la batalla medieval causada por el robo de un cubo

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Al igual que pasó con otros muchos países europeos, Italia no fue un estado unificado hasta mediados del siglo XIX.

Hasta entonces era un mosaico de reinos y repúblicas que, a medida que retrocedemos en el tiempo, estaba compuesto por más y más teselas sueltas, algo especialmente grave no por la separación en sí sino porque dichas piezas se odiaban profundamente entre sí y, a la manera de las ciudades-estado de la Antigua Grecia, estuvieron envueltas en una sucesión de enfrentamientos continuos que eclosionaron en el siglo XIV con la guerra entre güelfos y gibelinos.

La tradición, en forma de un poema épico (La secchia rapita) escrito por Alessandro Tassoni en 1622 y luego en una ópera de Salieri, atribuye su origen al robo de un simple cubo de agua, aunque las causas fueron más profundas evidentemente.

Para entenderlo mejor hay que remontarse al año 1154, cuando Federico Barbarroja, titular del Sacro Imperio Romano Germánico, decidió incorporar los territorios italianos al dominio imperial considerando que sus derechos terrenos para ello eran tan legítimos como los espirituales que esgrimía la Santa Sede.

De esta forma, los términos güelfo y gibelino, originariamente germanos (welfen y Waibinglen), pasaron a la península mediterránea para designar respectivamente a los partidarios del Papa y los del Emperador. Las ciudades italianas se dividieron y mientras unas apoyaban al primero (caso de Milán, Florencia o Mantua), otras lo hicieron con el segundo (Siena, Pisa, Lucca…).

Federico fue adueñándose de una urbe tras otra: Milán, Tortona, Pavía, Bolonia y la Toscana entera mientras avanzaba imparable sobre Roma. Las negociaciones entabladas con el papa Alejandro III no fueron concluyentes y el emperador continuó su campaña hasta que finalmente fue derrotado por la Liga Lombarda en la batalla de Legnano el 29 de mayo de 1176. Federico, que perdió incluso a su hijo en la campaña, tuvo que abandonar Italia ante la falta de recursos para seguir, pero dejó detrás de sí un feo legado de odio y resentimientos, con unas fronteras trazadas antes de aquella retirada cuyas costuras estaban a punto de reventar.

Módena y Bolonia fueron el punto donde se produjo el costurón: a falta de una autoridad de referencia, ambas ciudades rivalizaban por el control de los recursos económicos de la región, basados fundamentalmente en el campo y el comercio, dividiendo sus preferencias a la hora de tomar partido por un nuevo emperador (Federico falleció en 1190).

Batalla de Legnano (Arnos Cassioli)/Imagen: dominio público en Wikimedia Commons
Batalla de Legnano (Arnos Cassioli) / Imagen: Dominio público en Wikimedia Commons

Había además un agravante: la güelfa Bolonia y la gibelina Módena estaban apenas a cuarenta kilómetros de distancia, lo que facilitaba las hostilidades. En 1296 los boloñeses hicieron una incursión en territorio enemigo apoderándose de Bazzano y Savigno, siendo el principio de un rosario de escaramuzas froterizas que pasaron a ser una constante durante décadas, un continuo toma y daca de golpes y contragolpes en las que las localidades limítrofes cambiaban de mano cada poco. En 1309, Módena, Mantua, Parma y Reggio quedaron bajo el gobierno de Rinaldo Bonacolsi, que recrudeció los ataques ganándose con ello la excomunión del papa, quien además ofreció indulgencias a cualquiera que eliminara a Bonacolsi; por entonces los pontífices se las gastaban así y más en una época en la que ya se había producido el Cisma de Occidente.

Para agravar todo aquello, empezaron a desarrollarse partidos güelfos y gibelinos dentro de una misma ciudad. La situación era, pues, de alta tensión y en el verano de 1325 los boloñeses llevaron a cabo una razzia brutal que enardeció los ánimos en Módena. La venganza de Bonacolsi fue en septiembre, con la captura del fuerte de Monteveglio aprovechando el descontento social de sus habitantes.

En medio del caos originado, algunos soldados modeneses aprovecharon para confundirse entre la multitud de refugiados que huían de los combates y entraron en Bolonia (que estaba a pocos kilómetros). Allí, en el centro de la plaza principal, cerca de la Puerta de San Felice, vieron el clásico pozo de agua con su cubo; era una ocasión de oro y lo robaron.

Puede parecer incomprensible pero ese hurto, aparentemente absurdo, se convirtió en un tremendo casus belli, por la indignación de los boloñeses. ¿Por qué? Las ciudades italianas medievales -no sólo ciudades, también sus barrios entre sí- tenían ciertos conceptos que podríamos definir como totémicos, símbolos de su honor y prestigio. El hecho de entrar en casa del adversario y llevarse como trofeo, aunque fuera un simple cubo de madera, era una hazaña (que recuerda un poco la costumbre india de tocar al enemigo con un bastón), y para el afectado una afrenta imperdonable.

Bolonia exigió la restitución del objeto y ante la negativa declaró a Módena la guerra abierta. Era noviembre de 1325 y todos los choques habidos hasta entonces serían un juego de niños comparados con lo que se avecinaba, porque a Bonacolsi se le unieron Mantua, Verona, Milán y Ferrara, así como tropas del emperador Rodolfo.

Lucha entre güelfos y gibelinos en Bolonia/Imagen: dominio público en Wikimedia Commons
Lucha entre güelfos y gibelinos en Bolonia / Imagen: Dominio público en Wikimedia Commons

Ese mismo mes chocaron ambos bandos en la batalla de Zappolino, en el actual municipio de Castello di Serravalle, región de Emilia-Romagna. Algunos la consieran la mayor batalla de su tiempo en Italia y probablemente una de las más desiguales, ya que si las fuerzas de caballería de los contendientes eran parecidas, en torno a dos mil jintes cada uno, en infantería la superioridad de los güelfos resultaba patente, con treinta mil infantes frente a los cinco mil de Módena.

Pese a todo, tras apenas un par de horas de combate justo antes del anochecer, vencieron los modeneses. Se calcula que el número de bajas totales no superó las dos mil, pero los ganadores arrasaron las defensas de la ciudad y capturaron a veintiséis nobles boloñeses.

Dos meses después, con vistas a relajar los ánimos (algo que en realidad no se concretó hasta que Carlos V se adueñó del norte de Italia en 1529), Módena devolvió Monteveglio y otras posesiones arrebatadas al enemigo. Pero hubo una cosa que se quedó para siempre en su poder: el dichoso cubo, que hoy se conserva en el Palazzo Comunale ; si alguien visita la ciudad, en la Torre Ghirlandina se exhibe una réplica.

Réplica del cubo conservada en Módena/Imagen: Slowtrav
Réplica del cubo conservada en Módena / Imagen: Slowtrav

Fuentes: Introducción a la historia de la Edad Media europea (Emilio Mitre Fernández) / Florencia, Roma y los orígenes del Renacimiento (George Holmes) / The Towns of Italy in the Later Middle Ages (Trevor Dean) / La secchia rapita. Poema eroicomico (Alessandro Tassoni).


Zappolino, la batalla medieval causada por el robo de un cubo se publicó en LBV Magazine

La ciudad subterránea de Naours en Francia, construida en el siglo X y reutilizada por los nazis

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En el norte de Francia, cerca de Amiens, se halla la ciudad subterránea de Naours, construida en el siglo X, redescubierta en 1887 y utilizada por los nazis en la Segunda Guerra Mundial.

Esa zona de Francia sufrió numerosos avatares, guerras y conflictos desde la Edad Media. Con frecuencia los habitantes de la aldea de Naours, que hoy cuenta con unos mil habitantes, veían como los ejércitos asolaban sus tierras y se llevaban las provisiones que necesitaban para mantener a las tropas, amenazando la propia subsistencia del lugar.

Por ello en algún momento del siglo X decidieron construir un refugio, donde poder esconderse ellos mismos, el ganado y el grano, en tiempos difíciles. Poco a poco fueron horadando la tierra y excavando galerías, según aumentaba la población, bajo una colina cercana y a unos 33 metros de profundidad.

Para el siglo XVII la ciudad subterránea tenía ya 28 galerías y más de 300 habitaciones de una altura de entre 1,60 y 2 metros, con capacidad para albergar a mas de 3.000 personas. Además habían construido numerosas plazas en las intersecciones, tres capillas, establos, canales y pozos de agua, huecos de ventilación y chimeneas para la extracción del humo de las cocinas y hornos de pan.

Plano de la ciudad subterránea / foto: Raphodon en Wikimedia Commons
Plano de la ciudad subterránea / foto: Raphodon en Wikimedia Commons

El lugar fue ocupado regularmente entre esos siglos, a veces por largos períodos de tiempo, como demuestran las numerosas inscripciones que se han encontrado en las paredes, con fechas que van del año 1340 al 1792. Parece que fue precisamente durante la primera mitad del siglo XVII, durante la Guerra de los Treinta Años, cuando la ciudad subterránea llegó a su apogeo de ocupación.

Fue redescubierta el 15 de diciembre de 1887 por el sacerdote Ernest Danicourt, que dedicó buena parte de su vida a explorar, investigar y restaurar las galerías. En ellas encontró multitud de objetos cotidianos y utensilios que permitieron realizar una datación de las fechas en que el lugar había sido ocupado. También huesos humanos y de animales, así como gran cantidad de monedas, fósiles de inoceramus (un bivalvo extinguido parecido a las ostras) y hasta un tesoro de 20 piezas de oro.

Ernest Danicourt en la entrada de las grutas / foto: Le Monument préféré des Français
Ernest Danicourt en la entrada de las grutas / foto Le Monument préféré des Français

De sus investigaciones se dedujo que el lugar había sido empleado por última vez en la época de Luis XVI, a finales del siglo XVIII, probablemente por contrabandistas de sal, que establecieron allí un depósito para evadir el impuesto que gravaba ese elemento.

Luego las cuevas quedaron olvidadas hasta que fueron utilizadas durante las dos guerras mundiales. Primero por los británicos, que las usaron como almacén de munición y combustible en la Primera Guerra Mundial, dejando de paso en ellas la mayor concentración de grafitis conocida de ese conflicto. Y luego por los nazis en 1941 con el mismo fin, y en 1943 como parte del Muro Atlántico, reforzando sus paredes con mampostería.

Foto: Raphodon en Wikimedia Commons
Foto: Raphodon en Wikimedia Commons

Con el avance de las tropas aliadas, los alemanes se llevaron en su retirada todo lo que pudieron del interior de las grutas, donde todavía se hallaban las colecciones reunidas por Danicourt, de las que no se ha vuelto a saber nada.

Desde 1949 la ciudad subterránea de Naours está abierta al público y se puede visitar, siendo uno de los principales atractivos turísticos de la zona, con un pequeño museo, restaurante, zona de picnic y parque infantil.

Fuentes: Les souterrains de Naours, haut-lieu touristique au temps de la Grande Guerre / La Cité Souterraine (Sitio Oficial) / Wikipedia / The journal of antiquities


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Momchil, el bandolero y héroe nacional búlgaro que unió a bizantinos y turcos en su contra

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Narraba Robert E. Howard que su personaje más conocido, Conan el bárbaro, empezó siendo un bandido y tras librar mil combates y vivir no menos aventuras llegó a ser rey por sus propios méritos.

Pero ese modelo de vivencia, escalando en la jerarquía social a base de fajarse entre barro y sangre hasta alcanzar la cúspide en forma de corona, no era producto exclusivo de la imaginación del escritor; la Historia nos muestra algunos casos reales parecidos y uno de ellos fue el de Momchil, el héroe épico de Bulgaria.

Momchil es el protagonista de varios relatos del folklore tradicional eslavo, una especie de Cid o Roldán incansable en su lucha contra los turcos, que sólo muere por una traición y cuyas gestas se han reproducido en diversas manifestaciones artísticas incluso hoy en día (libros, óperas, etc). Un personaje estrechamente ligado a la articulación histórica de Bulgaria hasta el punto de dar nombre a más de una localidad y que protagonizó uno de los episodios más curiosos de la Guerra Civil Bizantina -también llamada Segunda Guerra Civil Paleóloga- a mediados del siglo XIV.

En 1341 falleció el emperador Andrónico III Paleólogo, un hombre que se había pasado la vida intentando frenar el imparable avance otomano hacia occidente. Como su hijo Juan sólo tenía nueve años, se desató un grave conflicto por hacerse con el poder en el que las clases medias y bajas mantenían su fidelidad a los regentes (la viuda Ana de Saboya y el duque Alejo Apocaucos) mientras que la nobleza se decantaba por el ministro Juan Cantacuceno.

Esta división se extendió al plano religioso, ya que a Cantuceno le apoyaban los hesicastas (una doctrina ascética impulsada por monjes eremitas) frente a la ortodoxia del patriarca Juan Kalekas, que estaba del lado del trono. El ministro intentó dar un golpe de estado y autoproclamarse emperador pero los otros no cedieron y estalló la guerra civil.

Andrónico III/Imagen: dominio público en Wikimedia Commons
Andrónico III / Imagen: Dominio público en Wikimedia Commons

En medio de ese caos, agravado por un brote de Peste Negra, los turcos aprovecharon la ocasión para retomar su expansión pero también lo hicieron los serbios (que se quedaron con lo que hoy son Albania, la región del Épiro y buena parte de Macedonia) y los búlgaros (que ocuparon la parte norte del río Evros).

Y también es cuando aparece Momchil, un carismático haiduque (bandolero) que supo sacar tajada de aquella inestabilidad fronteriza para robar y saquear en uno y otro lado con cierta seguridad, liderando un grupo lo suficientemente importante -dos millares de hombres- como para alquilar sus servicios en mercenariado.

Antes de morir, Andrónico había contratado a Momchil y los suyos para que, paradójicamente, protegieran la región que habían estado asolando (Mérope, un montañoso tapón entre Grecia y Bulgaria), en una buena muestra del viejo refrán Si no puedes vencer a tu enemigo únete a él. Lo de proteger es un decir porque los bandidos siguieron esquilmando el lugar hasta el punto de que si los búlgaros le detestaban, los bizantinos de la frontera tampoco estaban muy satisfechos, así que Momchil cambió de señor y pasó a servir al rey serbio Esteban Uroš IV Dušan. Fue entonces, durante esa estancia en Serbia, cuando conoció a Juan Cantacuceno, que desde allí planeaba hacerse con el trono bizantino; ambos se pusieron de acuerdo para colaborar.

Los Balcanes en 1340 / Imagen:Goran tek-en en Wikimedia Commons
Los Balcanes en 1340 / Imagen:Goran tek-en en Wikimedia Commons

En efecto, el estallido de la citada guerra civil bizantina llevó a Momchil, ya con varios miles de efectivos entre infantería y caballería, a participar al lado del aspirante a cambio del gobierno de Mérope. Ahora bien, la fidelidad de un mercenario siempre es veleidosa y se ofrece al mejor postor, por eso no resulta raro que en 1344 cambiara de bando a las filas del joven heredero; cabe suponer que le ofrecieron unos emolumentos más que considerables.

El caso es que a las órdenes de Juan V derrotó a los turcos una y otra vez para luego enfrentarse a su anterior señor y vencerle también. Cantacuceno debió de entender entonces que no era bueno tener a aquel exbandido como enemigo y consiguió atraérselo de nuevo, concediéndole el cargo de sebastocrátor (una especie de gobernador), cosa curiosa porque Momchil, en un alarde, jugaba a dos bandas y le arrancó a la otra parte el nombramiento de déspota (que no era una palabra despectiva como ahora sino un título equivalente al latino dominus, es decir, señor, lo que en cierta forma le emparentaba con la familia real).

Juan VI Cantacuceno / imagen Dominio público en Wikimedia Commons
Juan VI Cantacuceno / imagen Dominio público en Wikimedia Commons

El poder que acumulaba Monchil fue tal que finalmente, en la segunda mitad de 1344, decidió trabajar por cuenta propia, reinando de facto sobre Mérope y la costa griega del Egeo, estableciendo su capital en la recién conquistada ciudad de Xánthi. Una auténtica provocación para Bizancio, que al año siguiente envió un ejército para someterle.

Era una fuerza poderosa, compuesta por veinte mil soldados, parte de ellos bizantinos y otra parte turcos del beylicato de Aydin (Asia Menor) al mando del general otomano aliado Umur Beg, ante la que Momchil, con tan sólo cinco mil infantes y trescientos jinetes, no podía enfrentarse en campo abierto. Por tanto decidió frenar al enemigo mediante una táctica defensiva, atrincherándose en la ciudad de Periteorion; sin embargo, le denegaron la entrada por temor a las represalias posteriores, así que no le quedó más remedio que parapetarse en unas ruinas extramuros.

Fue inútil. El combate tuvo lugar el 7 de julio de 1345 y la caballería búlgara resultó masacrada por los arqueros turco-bizantinos que, a continuación, enviaron a sus jinetes a terminar el trabajo. Momchil murió durante la refriega arma en mano y Cantacuceno, que perdonó la vida a su esposa, recuperó el control de Mérope. No lo retendría mucho tiempo porque si bien dos años más tarde firmó un acuerdo por el que gobernaría junto a Juan V Paleólogo durante una década para luego dejarle en solitario (cuando fuera adulto), incumplió el pacto para intentar legar el trono a su hijo y finalmente, en 1354, fue obligado a abdicar.

Cantacuceno abandonó la vida política para hacerse monje en el monte Athos mientras los otomanos estrechaban su cerco sobre los Balcanes y Momchil se convertía en una leyenda nacional búlgara.

Fuentes: Breve historia de Bizancio (Warren Treadgold) / Historia del estado bizantino (Georg Ostrogorsky) / Breve historia del Imperio bizantino (David Barreras Martínez y Cristina Durán Gómez) / Wikipedia.


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Gran Zimbabue, la mayor estructura de piedra pre-colonial del África Subsahariana, construida en el siglo XI

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A pesar de la imagen tradicional que tenemos del África Subsahariana previa a la colonización, no todo eran poblados de chozas.

En realidad existen numerosos yacimientos de antiguas ciudades construidas en materiales no tan perennes, como el ladrillo y la piedra. Quizá la más destacada de todas sea el Gran Zimbabue, por dos razones: en primer lugar se trata de una de las más antiguas (la segunda después de la sudafricana Mapungubwe), y en segundo lugar es la más grande estructura de piedra pre-colonial erigida en el continente al sur del ecuador.

Lo que queda de ella está situado a unos 39 kilómetros de Masvingo, al sureste del actual país de Zimbabue (que precisamente significa grandes casas de piedra) y a una altitud de 1.140 metros. A esa altitud constituía una protección natural contra la enfermedad del sueño, ya que la mosca tsetsé habita en zonas más bajas.

La arqueología situa la fundación del asentamiento en el siglo IV, mientras que la ciudad de piedra cuyos restos se pueden contemplar hoy día dataría del siglo XI d.C., extendiéndose los trabajos de construcción hasta el siglo XIV.

No se conoce exactamente la identidad de quienes la levantaron. Existen varias hipótesis, siendo la más popular la que la atribuye a los modernos Shona, un grupo de pueblos bantú relacionado con el antiguo reino de Monomotapa o Mutapa. Sus ruinas pétreas se esparcen por un área de unos 7 kilómetros cuadrados y, en su mayor apogeo, Gran Zimbabue llegó a tener unos 18.000 habitantes.

En primer término el Complejo de la Colina, al fondo la Gran Cerca / foto Janice Bell en Wikimedia Commons
En primer término el Complejo de la Colina, al fondo la Gran Cerca / foto Janice Bell en Wikimedia Commons

Vicente Pegado, el capitán de la guarnición portuguesa de la cercana Sofala, la describía así en 1531:

Entre las minas de oro del interior y entre los ríos Limpopo y Zambezi hay una fortaleza construida con piedras de un tamaño sorprendente, y que parecen no estar unidas con mortero…Está rodeada de colinas sobre las que hay otras similares en el sentido que carecen de mortero, y una de ellas es una torre de más de 22 metros de altura. Los nativos llaman a estos edificios Symbaoe, que según su lengua significa palacio.

La ciudad se compone de tres áreas que se conocen como el Conjunto de la Colina, el Conjunto del Valle y la Gran Cerca. De todos ellos el Conjunto de la Colina es el más antiguo, para el que la arqueología arroja un registro de ocupación desde el siglo IX al XIII. Aquí es donde se encuentra la Cerca Este, el lugar en que se hallaron las ocho Aves de Zimbabue, la escultura del pájaro que hoy es el emblema nacional del país. Estos estaban originalmente tallados en la parte superior de grandes monolitos de piedra, algunos de los cuales todavía son hoy visibles. Sus muros alcanzan los 5 metros de altura.

Gran Zimbabue en el mapa de Ortelius de 1570 (como Simbaoe) / foto Ulamm en Wikimedia Commons
Gran Zimbabue en el mapa de Ortelius de 1570 (como Simbaoe) / foto Ulamm en Wikimedia Commons

El Conjunto del Valle habría sido ocupado entre los siglos XIV y XVI, y muestra numerosos restos de construcciones menores. La Gran Cerca fue habitada entre los siglos XIII y XV y consta de dos anillos amurallados, siendo el interior el más antiguo. El exterior alcanza los 11 metros de altura y los 250 de longitud. Entre ambos está la Torre Cónica, que se elevaba hasta los 9 metros de altura por 5 y medio de diámetro. Dentro de la Gran Cerca se han encontrado hasta ahora más de 300 estructuras.

Algunos investigadores creen que las tres áreas son el resultado de las obras realizadas por sucesivos reyes, que fueron trasladando el centro del poder desde las colinas hasta el valle. Otros opinan que cada una respondía a una función diferente: el Conjunto de la Colina sería un complejo religioso, el Conjunto del Valle el lugar residencial de los ciudadanos, y la Gran Cerca el palacio real.

La torre cónica (ahora de solo 7 metros de altura, destruida por cazadores de tesoros) / foto amanderson2 en Wikimedia Commons
La torre cónica (ahora de solo 7 metros de altura, destruida por cazadores de tesoros) / foto amanderson2 en Wikimedia Commons

La ciudad fue abandonada alrededor del año 1450, aunque no se sabe exactamente la razón. Pudo ser por el declive del comercio y el traslado de los centros de intercambio más al norte, el agotamiento del oro, o quizá la inestabilidad política y la escasez de alimentos y agua debida a cambios climáticos.

Según la tradición Nyatsimba Mutota había sido enviado al norte en busca de recursos. El sería quien fundó el reino de Monomotapa en torno a 1430, un estado que prosperó como centro comercial hasta principicios del siglo XVII, basado en la extracción de oro de los ríos. Hasta que éste se agotó nuevamente y llegaron los portugueses en 1629.

La primera noticia que aparece en las fuentes europeas sobre Gran Zimbabue es una carta dirigida por el explorador Diogo de Alcáçova al rey de Portugal en 1506. En 1538 Joao de Barros menciona una descripción del lugar obtenida de mercaderes árabes que comerciaban en la zona. Para entonces el lugar ya estaba deshabitado y los portugueses lo ignorarían durante lustros por su escaso valor.

El Complejo de la Colina de Gran Zimbabue / foto Fanny Schertzer en Wikimedia Commons
El Complejo de la Colina de Gran Zimbabue / foto Fanny Schertzer en Wikimedia Commons

Las ruinas fueron redescubiertas en 1867 por el cazador Adam Render quien, cuatro años más tarde, se las mostraría a Karl Mauch, un explorador y geógrafo alemán que creyó ver en ellas una réplica del palacio de la reina de Saba en Jerusalén.

Las primeras investigaciones en el lugar fueron realizadas por J. Theodore Bent con financiación de Cecil Rhodes y la Real Sociedad Geográfica británica. Bent concluyó que la ciudad era obra de fenicios o alguna tribu semítica de origen árabe.

Uno de los pájaros tallados encontrados en Gran Zimbabue / foto Brian.gratwicke en Wikimedia Commons
Uno de los pájaros tallados encontrados en Gran Zimbabue / foto Brian.gratwicke en Wikimedia Commons

Habría que esperar hasta las excavaciones arqueológicas de 1905 realizadas por David Randall-MacIver para que la teoría del origen bantú comenzase a tomar forma. Gertrude Caton-Thompson en 1929 confirmaría la hipótesis aunque apuntando una posible influencia árabe en las torres. En los años 60 y 70 el gobierno de Rodesia (el estado colonial precursor del actual Zimbabue) censuraba cualquier intento de atribuir las construcciones a personas no blancas. Hoy en día las últimas investigaciones han confirmado la autoría de las contrucciones por los ancestros del pueblo Shona.

Es más, de los restos hallados en las excavaciones (alfarería China, monedas árabes, objetos de cristal y abalorios) se argumenta que la ciudad pudo formar parte de una red de intercambios comerciales que se extendía hasta China.

Gran Zimbabue está considerado el santuario nacional del país.

Fuentes: Introduction to the History of African Civilization: Precolonial Africa (C. Magbaily Fyle) / The Silence of Great Zimbabwe (Joost Fontein) / Great Zimbabwe Ruins / Wikipedia


Gran Zimbabue, la mayor estructura de piedra pre-colonial del África Subsahariana, construida en el siglo XI se publicó en LBV Magazine

La cruzada contra los campesinos de Stedingen y el sometimiento de la libertad en Europa

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Cuando hablamos de las Cruzadas pensamos fundamentalmente en las nueve expediciones que la cristiandad emprendió durante dos siglos contra los musulmanes para dirimir el dominio de Tierra Santa.

Sin embargo, también las hubo en Europa, algunas llevadas a cabo en la Península Ibérica durante la Reconquista y otras para detener el avance otomano (en los Balcanes), pero también para combatir a pueblos paganos (en el Báltico) o incluso contra herejías como la de los albigenses o cátaros (en Francia), entre otras. En ese último grupo de cristianos contra cristianos se sitúa la llamada Cruzada de Stedingen.

Stedingen es una región del noroeste de la actual Alemania, un lugar donde aún se lleva como apellido esa denominación geográfica, legado histórico cuyos orígenes se remontan al año 1106, cuando un puñado de emisarios de lo que hoy son los Países Bajos solicitaron permiso al arzobispo de Bremen para que su comunidad pudiera asentarse en una zona pantanosa a ambos lados del delta del río Weser.

El contrato les autorizaba a cultivarla a cambio del pago de la gavilla (un impuesto sobre la cosecha), el diezmo sobre el ganado y el pfennig (tributo extra anual); como contraprestación, la tierra podría pasar hereditariamente de padres a hijos, conservando los colonos su libertad. De esta forma, Stedingen se pobló de emigrantes.

Mapa de la región con la zona de Stedingen en el centro / Imagen: Dominio público en Wikimedia Commons

Con gran esfuerzo, dado lo adverso del terreno, aquellas gentes consiguieron drenar el agua y desecar un área considerable mediante la construcción de zanjas y diques para empezar a sembrar. Una década de duro trabajo les llevó volver fértil el pantano, pero al final lo lograron y la comunidad echó raíces, satisfecha además porque, frente a los campesinos vecinos autóctonos, ellos no eran siervos sino libres.

Ésta fue su gran prerrogativa pero, a la larga, también su perdición, pues el hecho de no estar sometidos tan estrictamente como los demás germanos no sólo les acarreó la envidia de éstos sino que favoreció cierta autonomía ideológica que hizo recelar al arzobispado un siglo después.

El contexto continental, en el que los cátaros se estaban constituyendo como un importante grupo social y religioso cada vez más al margen del poder establecido, no invitaba a la confianza. Así que el prelado pactó con el conde de Oldenburg la construcción de dos fortalezas en Stedingen, las de Lechtenburg y Lineburg, desde las que llevar a cabo una maquiavélica campaña de sometimiento de los campesinos, basada en sembrar el terror entre ellos: las mujeres eran secuestradas y llevadas a esos castillos, donde se exigía un rescate por su liberación, y el descontento empezaba a extenderse entre los afectados dando excusa a intervenir contra ellos.

Así lo manifestaron en la Cosa, curioso nombre que se daba a las asambleas populares germánicas, donde los hombres libres exponían sus quejas a los legisladores. La sentencia de la Cosa, dictada en 1204, les fue favorable, procesando a los soldados de las fortalezas y ordenando la demolición de éstas, pero los campesinos no las tenían todas consigo y se organizaron en milicias para prevenir nuevos ataques.

Escudo de armas del Arzobispado de Bremen / Imagen: David Liuzzo en Wikimedia Commons

Los campos del delta se llenaron de parapetos y vallas, trincheras y muros fortificados. Se habían roto los puentes diplomáticos entre ambas partes y la situación fue un paso más allá cuando el arzobispo Gerhard I fue informado de que no le iban a pagar más impuestos, puesto que las gentes de Stedingen eran libres y no estaban sometidas a su autoridad. Entre la sentencia de la asamblea y la actitud de los afectados, Gerhard no tuvo más remedio que ceder.

Pero su sucesor, Gerhard II, veía las cosas de otra manera y exigió el pago pactado en el acuerdo original. Las amenazas de tipo religioso lanzadas contra los campesinos, comparando su desobediencia con la idolatría y la herejía, no hicieron sino enardecerlos aún más. En realidad, en el tapete se enfrentaban dos modelos sociopolíticos opuestos, el rural germánico tradicional frente al poder de inspiración romana.

Gerhard II recibió el apoyo de su hermano Herman de Lippe, un poderoso señor que puso su hueste a disposición de la causa, acantonándose en el castillo de Sclutterburg. Desde allí desataron las hostilidades, enfrentándose a los campesinos en la que fue la primera batalla en campo abierto, la de Yule; tuvo lugar en 1229 y las tropas de Herman fueron rechazadas, muriendo él mismo en combate.

Al año siguiente, el obispo convocó al clero para tratar el problema. La reunión tuvo lugar en Bremen y terminó con la decisión común de excomulgar de forma general a todos los sediciosos, no por una razón doctrinaria sino por la negación de la autoridad arzobispal; la consecuencia práctica de esa resolución fue el llamamiento a una cruzada por parte del papa Gregorio IX. Los dominicos se encargaron de predicarla por toda la región, como habían hecho también contra los cátaros, consiguiendo que se alistaran numerosos efectivos atraídos por las recompensas espirituales anunciadas (las mismas que para quienes iban a Tierra Santa).

Los héroes de Stedingen, cuadro de Johannes Gehrts / foto neundorfer-ulf.de

En la primavera de 1233 se había formado ya un verdadero ejército, que cayó brutalmente sobre la ribera este del Weser, la menos protegida. Todos los campesinos fueron pasados a cuchillo sin distinción de sexo ni edad y los pocos que lograron sobrevivir acabaron quemados en la hoguera, al haber sido excomulgados.

Sin embargo, el ataque a la parte oeste del río resultó muy distinto; allí sí se habían preparado adecuadamente las defensas -más aún cuando vieron el destino de sus hermanos del otro lado- y los cruzados se llevaron una inesperada derrota. Intentaron entonces romper los diques para inundar sus campos y vencerlos por hambre y frío -era invierno-, pero el plan fracasó porque los de Stedingen defendieron dichos diques desesperadamente.

Entretanto los dominicos continuaron predicando la cruzada, presentando a aquella gente como auténticos demonios, gracias a lo cual siguieron llegando voluntarios que, al año siguiente, devolvieron al ejército su potencial. Con el duque de Brabante al frente, apoyado por los condes de Holanda y Cleves, marcharon de nuevo sobre Stedingen, amenazando no sólo por tierra sino también por mar gracias a una flota de trescientas naves.

Entre los campesinos ya se había distinguido un trío de líderes por su capacidad de estrategia: Bolko von Bardenfleth, Tammo von Huntrop y Detmar tom Diek. Esta vez los cruzados consiguieron envolver al contingente del primero, abriendo brecha en sus líneas y masacrándolo. Sus dos compañeros presentaron una dramática batalla en Altenesch que también terminó en derrota y matanza, con cerca de cinco mil muertos, muchos de ellos ahogados mientras intentaban escapar. El numero total de caídos rebasó los once mil y los supervivientes se dispersaron por el país.

Diez años después se extinguía el último foco de resistencia cátaro en Montségur, poniéndose fin a la libertad religiosa y social en Europa durante tres siglos.

Fuentes: Historia de las cruzadas (Hans Eberhard Mayer) / El libro prohibido del cristianismo (Jacobo Fo, Sergio Tomat y Laura Malucelli) / Wikipedia.


La cruzada contra los campesinos de Stedingen y el sometimiento de la libertad en Europa se publicó en LBV Magazine

El desconcertante Códice Nóvgorod, el libro más antiguo de los Rus, contiene miles de textos ocultos

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Descubierto en el año 2000, este códice sigue siendo estudiado por los expertos, que continuan descubriendo capas y capas de textos ocultos, acumuladas a lo largo de décadas.

El Códice Novgorod es un palimpsesto, un tipo de manuscrito que tiene varias capas de texto, resultado de su reutilización una y otra vez. Esta práctica comenzó en torno al siglo VII, debido a la escasez de papiro egipcio y el alto coste del pergamino, y se prolongaría durante cinco siglos. Lo habitual era raspar la tinta con un tipo de piedra pómez y volver a escribir encima. Pero siempre quedaban restos de la escritura anterior.

La singularidad del Novgorod es que se han encontrado tantas capas de escritura que se le considera un hiper-palimpsesto. No solo eso, se trata del más antiguo manuscrito de los Rus, el pueblo al que los modernos rusos, bielorrusos y ucranianos tienen por sus antepasados directos.

En realidad su origen es todavía hoy objeto de controversia, aunque la teoría más extendida es que eran varegos o vikingos procedentes de Suecia, que emigraron al noreste de Europa, desplazándose luego al sur para fundar el estado medieval de Kiev.

El códice está formado por tres tablas de madera, de 19x15x1 centímetros, que contienen cuatro páginas de cera en la que el autor, o autores, inscribió cientos de textos a lo largo de tres décadas, cada vez borrando el texto precedente y escribiendo de nuevo encima. Las tablas se unían con clavijas de madera insertadas en los agujeros que presenta su borde, para formar una especie de libro.

La datación por carbono ha establecido la fecha de su creación a finales del siglo X, y de hecho el año 999 se repite con frecuencia en el propio texto.

Primera página del códice tras la reconstrucción / foto Dominio público en Wikimedia Commons

Fueron descubiertas el 13 de julio de 2000 en las excavaciones de la antigua ciudad rusa de Nóvgorod (hoy Veliki Nóvgorod), cuya misión arqueológica comenzó en 1932. Se encontraban en un estrato a unos 50 centímetros de profundidad, cuya datación se estima entre el 1015 y el 1020. Dado que los textos que contiene son cristianos y esta religión llegó al Rus de Kiev en el 988, los investigadores le asignan una fecha inequívoca entre ese año y el 1030.

En cuanto a los textos que contiene, los que se pueden leer a simple vista, son salmos escritos en antiguo eslavo eclesiástico, una lengua desarrollada por los misioneros bizantinos del siglo IX a partir del dialecto eslavo de Salónica, y que es la primera lengua eslava de carácter literario.

Bajo ellos el lingüista ruso Andrei Zaliznyak encontró numerosas capas con rastros de miles de textos anteriores, a menudo superpuestos de tal modo que forman un complicado laberinto de trazos y líneas difíciles de descifrar. Una sola línea de texto puede llevar semanas e incluso meses en ser leída correctamente.

Es más, se han encontrado textos similares que se repiten una y otra vez, sin que se sepa hasta el momento si las copias se realizaron en el mismo momento, o semanas, meses o años más tarde.

Entre los textos ocultos que ya han sido descifrados hay partes del Apocalipsis de San Juan, numerosos salmos, una traducción del Tratado sobre la Virginidad de Juan Crisóstomo, y varios alfabetos. Pero también numerosos textos desconocidos hasta el momento, como la Historia del apóstol Pablo sobre Moisés, la Instrucción espiritual del padre y la madre al hijo o la Instrucción de Alejandro de Laodicea sobre el perdón de los pecados.

Del análisis de estos textos se deduce que su autor pertenecería a un grupo excluído de la iglesia oficial, por tanto herético. La teoría se basa en dos de las frases reconstruidas:

Rogamos al padre Alejandro, perdónanos nuestros pecados por tu voluntad y danos la salvación y la comida del paraíso, amen

Donde se hace referencia un tan Alejandro, el areopagita de Tracia, de origen Laodiceo, al que se atribuyen poderes normalmente reservados solo a Dios. A continuación hay varias profecías del propio Alejandro, y exhortaciones a los fieles a abandonar sus aldeas y hogares y otra serie de cosas mundanas.

La otra frase dice:

yo, el monje Isaakiy, a quien destinaron como sacerdote en Suzdai, en la iglesia de San Alejandro el armenio…

De donde los estudiosos deducen que este monje Isaakiy puede ser el autor del palimpsesto, quien seguiría las enseñanzas cismáticas (hasta ahora desconocidas) de un profeta armenio llamado Alejandro, que vivió en Tracia y desde donde extendió su doctrina, como una temprana forma de bogomilismo.

Primera página del Códice de Nóvgorod en el momento de su descubrimiento / foto Dominio público en Wikimedia Commons

Los bogomilos fueron una comunidad ascética que negaba la divinidad de Jesús y la crucifixión, y mezclaban creencias docetistas y gnósticas en la Tracia del siglo X. Por ejemplo, sostenían que Diós habia tenidos dos hijos, Satán y Miguel, identificados como el bien y el mal. Su influencia daría lugar al catarismo en Occitania y el noreste de la península Ibérica.

Una pista del origen del códice es que la crónica Nikoniana cita a cierto monje cismático llamado Andreyan, que fue encarcelado en el año 1004, precisamente en la misma época en que los textos eran redactados. Aun más, el códice se encontró cerca de los restos de un edificio del siglo XI que se sabe sirvió como corte de justicia, lo cual da pie a interesantes hipótesis.

Expansión del bogomilismo en Europa / foto Rowanwindwhistler en Wikipedia Commons

Los textos contienen también numerosas alusiones a la ciudad de Laodicea, una antigua fundación del imperio Seléucida establecida hacia el 250 a.C. por Antíoco II, y situada a pocos kilómetros al norte de la actual ciudad turca de Denizli en Anatolia. Sin embargo no se menciona ningún hecho ni evento acaecido allí, por lo que Zaliznyak opina que la palabra laodicea pudo ser una especie de clave secreta entre los bogomilos.

Entrando ya en el terreno de la especulación, se conoce una obra cismática, escrita unos 500 años más tarde por el hereje Fedor Kuritzyn, cuyo título es El mensaje de Laodicea, pero evidentemente Kuritzyn no podía saber acerca del códice de Nóvogorod ni de su contenido oculto.

Fuentes: Oxford University / The Indo-European Controversy (Asya Pereltsvaig,Martin W. Lewis) / Wikipedia


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Arqueólogos descubren la localización del antiguo reino de Rheged en Gran Bretaña

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El reino de Rheged fue un reino celta posterior a la caída romana cuya situación los investigadores basaban solo en especulaciones, hasta ahora.

Aparece abundantemente en la temprana poesía britana, donde tanto Nennio como el bardo Taliesin lo asocian con un rey llamado Urien en la segunda mitad del siglo VI. También en las primeras fuentes históricas, que lo situan en una zona entre el sur de Escocia y el norte de Inglaterra, probablemente Westmoreland o Cumbria. No obstante, su localización exacta siempre había sido un misterio.

La mayoría de historiadores aceptan que debió tener su centro principal en la ciudad de Carlisle, relacionándolo así con la Civitas Carvetiorum, el enclave romano en territorio de los carvetii sobre el que hoy se alza la moderna ciudad. Pero no existe ninguna evidencia arqueológica que sustente esta teoría.

Las excavaciones realizadas ahora en la fortaleza de Trusty’s Hill, en el concejo escocés de Dumfries y Galloway, han arrojado nuevas e interesantes evidencias que contradicen la hipótesis tradicional. Por cierto que Trusty’s Hill además es una de las extrañas fortalezas vitrificadas británicas de las que hablamos en un artículo anterior.

Las tareas, que comenzaron en 2012, fueron motivadas inicialmente por la presencia de símbolos pictos (el grupo de pueblos que habitaba el norte y este de Escocia desde finales de la Edad del Hierro) grabados en la roca de la fortaleza, y cuya singularidad estriba en que se hallan mucho más al sur de donde es habitual encontrarlos. Lo que encontraron, más que validar la presencia de pictos en Galloway, sugiere que los grabados tienen relación con un enclave regio alrededor del año 600 d.C.

Situación de los reinos celtas posromanos / foto s/a en Wikimedia Commons

Según los investigadores, las evidencias arqueológicas sugieren que, efectivamente, Galloway puede haber sido con mucha seguridad el corazón del perdido reino de Rheged durante la Edad Oscura britana. Y no solo eso, sino uno de los principales reinos de la época en el norte.

Las excavaciones revelaron que en las décadas en torno al año 600 la cumbre de la colina se reforzó con una muralla de piedra revestida de madera. Se añadieron defensas y recintos suplementarios a las zonas bajas, y se transformó Trusty’s Hill en tipo de fortaleza similar a las regias de la temprana Edad Media.

Reconstrucción de la fortaleza de Trusty’s Hill / foto guard-archaeology.co.uk

También se encontraron restos de un taller que producía objetos metálicos de gran calidad en oro, plata, bronce y hierro que se difundían a través de la red comercial que vinculaba el oeste de Gran Bretaña con Irlanda y la Europa continental.

El análisis de los símbolos pictos los situa, sin ninguna duda según los arqueólogos, como tallas medievales tempranas que aunan tradiciones locales con innovaciones traídas del otro lado del Canal de la Mancha. Su significado, no obstante, sigue siendo desconocido, pues los símbolos pictos continúan sin ser descifrados. Lo que sí está claro, comparándolos con otros hallados en Escocia como los del castillo de Edimburgo, es su carácter regio.

Símbolos pictos en Trusty’s Hill / foto guard-archaeology.co.uk

Los arqueólogos concluyen que Trusty’s Hill fue un lugar de innovación religiosa, cultural y política, y el principal centro político del reino de Rheged. El cercano Whithorn habría sido el centro religioso, Urien su rey más famoso y Taliesin su principal poeta.

El reino tendría una vida corta, desde sus orígenes a comienzos del siglo V hasta que fue deliberadamente destruído y anexado por Northumbria alrededor del año 638 d.C. El incendio del lugar fue el que, probablemente dio origen al fenómeno que se conoce como fortaleza vitrificada.

Los resultados de la investigación por parte de GUARD Archaeology se publicarán mañana en el libro The Lost Dark Age Kingdom of Rheged (Ronan Toolis y Christopher Bowles).

Fuente: GUARD Archaeology / Wikipedia


Arqueólogos descubren la localización del antiguo reino de Rheged en Gran Bretaña se publicó en LBV Magazine

El asombroso Bellifortis, el primer manual ilustrado de tecnología militar, creado a principios del siglo XV

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Osprey, Almena, Tempus, Platea… Los aficionados a la historia militar disponen de las publicaciones de un buen número de editoriales especializadas -más otras generales con secciones específicas- para satisfacer su pasión por el tema.

Ahora bien, más de uno se preguntará cómo es posible conocer con tanto detalle el equipamiento bélico de siglos atrás, hasta qué punto es suficiente con lo que recupera la arqueología o lo representado por el arte. La respuesta está en los libros de la época porque, aunque alguno se sorprenda, ya antaño se escribían tratados de militaria.

Esta especialidad vivió su primer gran momento de esplendor en ese lapso cronológico que abarcó el paso del Medievo al Renacimiento, cuando hubo docenas de publicaciones que sentarían las bases del género.

Entre las más famosas están Epitoma rei militari del autor romano bajoimperial Publius Flavius Vegetius Renatus o el Totth del maestro de esgrima Hans Talhoffer (un manuscrito del siglo XV), por ejemplo, y ambas tienen una cosa en común: sus ediciones están basadas en una tercera obra titulada Bellifortis, un auténtico clásico.

En realidad De re militari es anterior pero no se editó hasta el siglo XVI (en latín y francés) y para entonces sus ilustraciones se inspiraban abiertamente en las de Belliforti, al igual que pasó con el libro de Talhoffer pese a ser prácticamente contemporáneo, del XV, lo cual nos da una idea de la importancia que tuvo aquel estudio a lo largo de los siglos.

Tecnología de asedio/Imagen: dominio público en Wikimedia Commons

Lo cierto es que los autores se retroalimentaban entre ellos y si Bellifortis se basó a su vez en el Strategemata, otro tratado antiguo sobre estrategia militar escrito a finales del siglo I d.C. por Frontinus (un general del emperador Domiciano), éste lo hacía en los de Tito Livio y Valerio Máximo.

El caso es que Bellifortis está considerado el primer estudio completo e ilustrado sobre tecnología militar y, como se ve, constituyó un modelo para la mayor parte de la bibliografía posterior.

Lámina del Bellifortis/Imagen: dominio público en Wikimedia Commons

Su autor fue Konrad Kyeser, un ingeniero militar alemán nacido en Eichstätt (Bavaria) en 1366. Kyeser dedicó su obra a Wenceslao de Bohemia, que había sido Rey de Romanos (título que usaba el principal candidato a Emperador del Sacro Imperio Romano Germánico hasta su coronación efectiva por el Papa) pero que finalmente no había conseguido la corona imperial al ser depuesto por Roberto Wittelsbach, a la postre elegido emperador con el nombre de Roberto III, de ahí que Kyeser cambiara el destinatario del libro por él.

El escritor no carecía de experiencia bélica: tras estudiar medicina y vivir en la corte de Padua se incorporó a la cruzada contra los otomanos que terminó en desastre en 1396 con la estrepitosa derrota de Nicópolis. Después se estableció en Bohemia donde, entre 1402 y 1405, se dedicó a escribir su obra.

Konrad Kyeser/Imagen: dominio público en wikimedia Commons

Está en latín y se estructura en diez capítulos, cada uno dedicado a un aspecto del arte militar o relacionado más o menos con él según el criterio de la época: carros protegidos, trenes de asedio, ingenios hidraúlicos, ascensores, armas de fuego, armas defensivas, maravillosos secretos [sic], fuegos artificiales para la guerra, fuegos artificiales para la diversión y herramientas auxiliares.

Algunas de las máquinas y herramientas descritas eran una novedad mientras que otras existían desde mucho tiempo atrás, de manera que el lector irá viendo ballestas, cañones, catapultas, trebuchets, puentes móviles, barcos, escalas de asalto e incluso instrumentos de tortura, entre otras muchas cosas. Digo ver porque Bellifortis se caracteriza por acompañar los textos con interesantísimas ilustraciones.

Alejandro con el controvertido cohete/Foto: dominio público en Wikimedia Commons

Como decía antes, se trata de un libro muy completo que estudia la guerra desde múltiples perspectivas y, si bien prima la poliorcética (fortificaciones y asedios) por razones coyunturales, también dedica atención a cuestiones que hoy nos pueden parecer inauditas, caso de la astrología y la brujería aplicadas en plan técnicas auxiliares.

En ese sentido presenta a Alejandro Magno como un gran mago, aunque también le atribuye el ser un gran inventor de artilugios bélicos (incluso hay una lámina del macedonio portando lo que algunos interpretan como un cohete con la misteriosa inscripción MEUFATON y otra junto a lo que parece un gigantesco carro de guerra). Otras curiosidades incluidas son las descripciones de un traje de buzo primigenio o un cinturón de castidad.

El traje de buzo/Imagen: Andrea Povey

En suma, se revisa toda la ingeniería militar de la Baja edad Media poniendo un énfasis especial en la tecnología y la magia, todo ello en un formato muy grande y suntuoso (recordemos que era un libro para el emperador) y profuso acompañamiento gráfico realizado por artistas teutones del scriptorium de Praga enviados ex profeso.

Por tener, hasta incluía un retrato del propio Kyeser, a la manera de las publicaciones actuales que ponen la foto del autor, acompañado de su propio epitafio (Que mi alma se una al Altísimo), lo que indicaría que estaba enfermo y, de hecho, parece ser que murió poco después; por cierto, los historiadores del arte opinan que esa imagen puede considerarse uno de los primeros retratos realistas desde la Antiguedad.

Diseño de un ascensor/Imagen: dominio público en Wikimedia Commons

Bellifortis es un manuscrito encuadernado en pergamino. Nunca se llegó a imprimir por su carácter de libro de lujo, por lo que hubo que esperar nada menos que hasta 1967 para verlo en las librerías. Sí se hicieron una docena de copias a mano pero el original se conserva en la biblioteca de la Universidad de Götingen (actual Alemania); hay algunas ediciones facsímiles.

Fuentes: Bellifortis (Konrad Kyeser)[Libro completo en PDF, 85Mb] / Unlocked books. Manuscripts of learned magic in the medieval libraries of Central Europe (Beneder Láng) / The journal of medieval military history (VVAA) / Philosophers of war. The evolution of History’s greatest military thinkers (Daniel Coetzee y Lee W. Eysturlid) / Wikipedia.

El uso de cerdos en llamas contra elefantes de guerra durante la Antigüedad y la Edad Media

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Si el Hombre nunca ha tenido demasiados escrúpulos para hacer picadillo al prójimo en las guerras, no cabía esperar mejor suerte para los animales a su servicio.

Perros, caballos, palomas, abejas y acémilas, por ejemplo, han participado en el pandemónium bélico, igual que últimamente se han incorporado también delfines.

Pero en la Antigüedad hubo una especie muy especial que formaba parte fundamental de los ejércitos de algunos pueblos, caso del indio o el cartaginés: me refiero al elefante, auténtico tanque viviente. La visión de una línea de estos bichos debía ser sobrecogedora, pues al tamaño se solían añadir aditamentos guerreros, como armaduras para protegerlo o incluso cuchillas engarzadas en los colmillos o cadenas en la trompa.

Fue necesario tirar de imaginación para detener el avance de tan formidable adversario y la respuesta, dicen algunos clásicos, se encontró en otro animal más, este aún más inaudito: el cerdo.

Es cierto que los relatos resultan algo inconcretos o vagos, a veces divergentes a la hora de dar su versión. Porque, según cuentan, eran los gruñidos de estos animales los que provocaban el pánico en los paquidermos, haciendo que rompieran la formación y se desmandaran sembrando el caos entre sus propias huestes.

Lo que pasa es que hay crónicas que especifican aún más la forma en que se obligaba a los cerdos a chillar: prendiéndoles fuego y azuzándolos contra las líneas enemigas, cosa que, se supone, debía requerir una especial afinación para lograr que se incendiaran todo a un tiempo y corrieran en la dirección adecuada en el momento exacto (un ser vivo sólo puede moverse envuelto en llamas un tiempo muy limitado).

Una estampa clásica/Imagen: History is Now

Es difícil establecer hasta qué punto son reales las referencias históricas al empleo de esta singular arma porcina, pero lo cierto es que hay unas cuantas y, además, algunas localizadas en batallas importantes. En su De rerum natura, Lucrecio reseña el empleo de bestias no domésticas ya en el siglo I, aunque habla de leones y jabalíes.

De los leones sabemos que hay noticias antes; por ejemplo, la que atribuye a Ramsés II la posesión de uno como mascota, que habría luchado a su lado en Kadesh contra los hititas.

Plinio el Viejo dice en su Naturalis Historia (una especie de enciclopedia en treinta y siete libros que trata temas diversos como geografía, astronomía, botánica, medicina, geología y zoología que empezó a publicar en el año 77 d.C) que a los elefantes les asusta el chillido del cerdo, aseveración que confirma Claudio Eliano en De Natura Animalium, ampliando ese efecto atemorizador a los carneros y explicando que los romanos usaron ambas especies para enfrentarse a los proboscidios de Pirro en el año 275 d.C.

Carga de los elefantes en Zama, de Henri-Paul Motte / foto Dominio público en Wikimedia Commons

Pirro, rey del Épiro (una región del oeste de Grecia que hoy se sitúa parte en este país y parte en Albania) y -brevemente- de Macedonia, se había trasladado a la península itálica con un poderoso ejército de veinte mil infantes, tres mil jinetes y medio centenar de elefantes, para enfrentarse al poder expansionista de Roma con la ayuda de los tarentinos y otros pueblos que temían caer bajo el yugo romano.

No vamos a contar aquí toda la campaña; simplemente nos referiremos al enfrentamiento final en la batalla de Malaventum (también conocida como Benevento). Las falanges epirotas y las legiones romanas se enzarzaron en un combate igualado en el que ninguna formación parecía capaz de romper la formación contraria, por lo que Pirro decidió intentarlo enviando a los elefantes hacia un flanco romano.

Pero el cónsul Dentato había previsto esa contingencia, preparando una insólita contramedida: una piara de cerdos embadurnados con aceite a los que prendió fuego y lanzó contra los colosos enemigos provocando el terror entre éstos. La versión clásica atribuye a los arqueros romanos el verdadero mérito al usar flechas incendiarias contra los gigantescos animales; en cualquier caso, sí parece seguro que sembraron el caos entre sus propias líneas y sólo a costa de grandes esfuerzos se logró dominarlos, siendo retirados a retaguardia para evitar males mayores. El resultado final: dos ejemplares murieron y ocho fueron capturados.

La batalla de Malaventum/Imagen: Christian Jegou

Sin embargo, el uso del cerdo para asustar al elefante sería muy anterior cronológicamente si atendemos al llamado Romance de Alejandro, una colección de leyendas griegas que glosan las hazañas del héroe macedonio y que se atribuyen erróneamente al historiador griego Calístenes, ya que este autor sólo pudo escribir una parte de la obra y el resto es una compilación del siglo III (de ahí que se suela hablar más bien de Pseudo-Calístenes).

Otro macedonio, Polieno, escribió un tratado militar en ocho libros titulado Estratagemas en el que cuenta cómo en el año 266 a.C. los ciudadanos de la sitiada Megara prendieron fuego a cerdos untados con resina y los lanzaron contra los paquidermos enemigos del rey Antígono II Gonatas, sembrando la confusión y haciendo que se volvieran contra sus amos. El caso de Polieno es especialmente interesante al respecto, ya que este autor presumía de contar sólo hechos auténticos , con intención didáctica.

A medio camino entre la Antigüedad y la Edad Media continuaron las reseñas. Procopio de Cesarea, un historiador bizantino del siglo VI, narró otro caso, éste sin llamas, en su obra Historia de las guerras: los defensores de Edesa, otra urbe cercada, bajaron un cerdo por las murallas atado con una soga para que sus chillidos espantaran a un paquidermo que los sitiadores usaban en las labores de asedio. El de Procopio también es un relato a tener en cuenta, ya que era secretario del célebre general Belisario y, como tal, asistió personalmente a sus campañas contra sasánidas, vándalos y ostrogodos.

Elefantes del ejército mogol/Imagen Peter Dennis en War elephants

Sin embargo, el uso armamentístico del cerdo, con o sin fuego, era limitado y estaba condenado a desaparecer en el momento mismo en que lo hiciera el empleo de elefantes de guerra.

Éste ya sólo fue testimonial del Medievo en adelante y así, aunque se sabe que Carlomagno tenía uno (que se llevó consigo en su campaña por Dinamarca), al igual que Federico II Hohenstaufen (que lo utilizó en el sitio de Cremona), constituyeron algo más anecdótico que otra cosa.

Tan sólo en Asia los elefantes siguieron formando parte de los ejércitos y fueron un centenar de ellos los que los indios opusieron en el año 1398 al avance de Tamerlán, quien los puso en fuga con una variante del arma porcina: mandó cargar balas de paja sobre camellos, les prendió fuego y los azuzó contra las líneas enemigas; otra versión habla de que bastó el simple olor de los camellos, desconocido para los proboscidios. El mismo fondo para distintas formas.

Fuentes: A history of warfare (John Keegan) / La guerra en el mundo antiguo (Philip de Souza) / Historia de los animales (Claudio Eliano) / War elephants (John M. Kistler) / Artillería y poliorcética en el mundo grecorromano (Rubén Sáez Abad) / La naturaleza (Tito Lucrecio Caro).

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